jueves, 24 de septiembre de 2015

DEL CRONÓMETRO AL ORDENADOR


Alain Supiot, titular en el prestigioso Collège de France de la cátedra “Estado social y mundialización”, ha plasmado en un libro reciente (La gouvernance par les nombres, Fayard 2015) la mutación actual perceptible en los métodos de organización del trabajo, mediante una imagen feliz: en el imaginario del hombre surgido de la revolución industrial, la vida estaba presidida por el reloj; en el nuevo orden postindustrial, lo está por el computer.
Tiempo habrá para ahondar en todas las secuelas y reseguir los diferentes meandros que se derivan de la reflexión de Supiot. De momento basta con tomar nota de esta imagen deslumbrante.
Para los secuaces del ingeniero Taylor, las palabras claves en la organización científica de la producción eran control, tiempo, productividad: la fuerza de trabajo humana era una máquina ajustable, un mecanismo susceptible de rendir más mediante la estandarización de tareas y la simplificación de movimientos para suprimir todo lo superfluo. En el nuevo paradigma, en cambio, la fuerza de trabajo humana es un input que se introduce en un programa complejo de tratamiento de la información. Taylor prefería un trabajador que no pensara; el nuevo trabajador es, en cambio, una “máquina inteligente”, pero no por eso el trabajo es más humano: se trata de una inteligencia programable y puesta, en todo, al servicio de una programación que se realiza por medios informáticos excesivamente complejos para ser abarcados por una mente humana. Las palabras claves del nuevo trabajo son: programa, feedback (auto-realimentación del sistema) y performance. El tiempo no importa tanto como el objetivo: Supiot explica el caso de una red bancaria que señaló como performance a conseguir por sus empleados, no una determinada cifra de negocios, sino la superación de la cifra alcanzada por las entidades de la competencia, que se iba reflejando en tiempo real en sus pantallas.
Los accidentes de trabajo más frecuentes en el nuevo trabajo no son los físicos, sino los psicosociales: ansiedad, depresión, psicosis varias. Y vuelve a aparecer una característica que ya impregnó toda la era presidida, tanto en el mundo capitalista como en el socialismo real, por la organización de la producción fordista-taylorista. Entonces la fábrica se convirtió en un modelo a escala del mundo y de las relaciones humanas en general: en todos los campos de actividad posibles había unos, los menos, que pensaban, y otros, los más, que se limitaban a ejecutar. Ahora, en cambio, los dos grandes escalones del mando y la obediencia ciega se diluyen, y el mundo ha pasado a concebirse como un gran cruzamiento de bases de datos actualizadas en tiempo real, cuyo output se convierte en ley para todos: para dirigentes y dirigidos, para individuos, grupos, corporaciones, estados e instituciones transnacionales. Supiot señala que, incluso en la época del liberalismo económico, se sometía el cálculo económico al imperio de la ley; con el neoliberalismo actual, es la ley la que queda sometida al cálculo económico.
Las cosas no tienen por qué ir forzosamente en esa dirección, desde luego; pero ese es el nuevo imaginario que deberán afrontar quienes se planteen el objetivo de humanizar el trabajo y convertirlo en un instrumento de autorrealización.
Y hay algo más, que está costando demasiado comprender en una época en la que por todas partes se predica el “fin del trabajo”. A saber, que solo a través de una humanización del trabajo podrá alcanzarse la humanización real y auténtica de todo el resto de las complejas relaciones personales, sociales y políticas.
La democracia se ha detenido a las puertas de la fábrica, dijo en cierta ocasión Norberto Bobbio. Pero las puertas de la “fábrica” (José Luis López Bulla ha propuesto la sustitución del viejo término por el más moderno y adecuado de “ecocentro de trabajo”) habrán de abrirse en las dos sentidos: porque existe una correspondencia oculta, un hilo invisible pero firme, que une trabajo y vida social, “fábrica” y parlamento, organización local de la producción y orden mundial.