No hay síntomas de recesión
sino miedo a la recesión, dice al son de la lira José
Carlos Díez, uno de nuestros druidas economistas áulicos. Por lo demás todo va bien, señora baronesa. El batacazo de
las bolsas mundiales no obedece a motivos de fondo sino a una sobrerreacción de
los mercados.
Se confirma
a partir de esa constatación que nadie es perfecto, ni siquiera los mercados financieros, la
creación más innovadora y admirable de la humanidad en milenios de civilización. Los mercados ahora se revelan de pronto casi humanos, en el sentido de que no son
infalibles. A una conclusión de por sí tan consoladora, solo se le puede oponer
una objeción de peso: puesto que son los mercados los que dictan las leyes de
la economía global, cuando se da el caso excepcional de que los mercados
sobrerreaccionan, es obvio que también hay que preocuparse. Yo diría más: hay
que sobrepreocuparse.
Los datos del
actual miedo (sobremiedo) inversor apuntan a la economía china y al Deutsche Bank. Pero ni China ni el DB son Lehman Brothers, nos dice el druida Díez. Según.
Tampoco lo era Volkswagen, y ya ven lo que
ha pasado con Volkswagen. De hecho, apurando el argumento tampoco Lehman
Brothers era Lehman Brothers hace ocho años. Era un símbolo de la solidez del
capitalismo financiero global en la era de la nueva prosperidad, si recurrimos
a la hemeroteca para revivir las sensaciones de aquellos momentos álgidos de la
burbuja financiera, cuando quienes no éramos ricos era porque no queríamos.
La palabra es
bonita: sobrerreacción. La guardia civil ha sobrerreaccionado al entrar en la
sede del PP en Génova en busca de los discos duros de la tesorería de la
organización de Madrid. No había por qué. Había corruptos pero eran personas
que pasaban por ahí, funcionarios de la casa, y nadie en la dirección sabía
nada de lo que ocurría, desde el presidente y la vicepresidenta para abajo. Tampoco
la infanta sabía lo que firmó en su momento. Es natural. Todo era normal, puede
que hubiera ondas gravitacionales en algún lado, pero nadie las detectaba. Las
ondas gravitacionales solo se detectan por sobrerreacción, no son parámetros del
todo fiables.
En realidad los
dineros de Jordi Pujol sí que vienen de una
herencia paterna, y los de Alfonso Rus de unos repetidos
premios ganados en la lotería. No hay responsabilidades detectables. Sí que hay
miles de personas y cientos de instituciones – políticas, económicas,
financieras – que trabajan afanosamente en destejer de noche la labor avanzada
de día, en destruir sus discos duros y en organizar de forma cuidadosa todas
las coartadas convenientes para garantizar su propia irresponsabilidad cuando
llegue el momento de rendir cuentas.