La dirección del
PSOE ha expresado su satisfacción por los resultados de la encuesta interna
entre la militancia acerca del pacto firmado por Pedro Sánchez con el líder de
Ciudadanos, Albert Rivera. Quienes vemos el asunto desde fuera, sin embargo,
opinamos muy mayoritariamente que no había para tanto, y que seguimos atascados
en el día de la marmota, o si se quiere en el día antes.
Examinemos en
primer lugar el plan en sí. Paso por alto la circunstancia penosa de que, al
publicitarse el acuerdo, la versión PSOE era en algún punto sensible (en
concreto, las indemnizaciones por despido) diferente de la versión C’s. Son
cosas que ocurren cuando las cosas se hacen con prisa, y la foto tiene más
importancia que la letra en sí de lo firmado. Lo único que revela el lapsus es
que los negociadores de ambos partidos discutieron poco y no desmenuzaron
adecuadamente los contenidos y sus significados. Su imagen para la prensa de
una negociación compleja e intensa ha adolecido de esa actitud para la que la sabiduría
popular ha creado el bonito nombre de “postureo”.
La prensa proclive
al PSOE insiste en el hecho de que el pacto político contiene más de 200
medidas novedosas. Casi un terremoto. Pero no es la cantidad lo que importa en
este caso; las 200 medidas igual podían haber sido 5000 de incluirse, por ejemplo,
la concesión de permiso a los reclutas para reclamar al maestro armero, en el
caso de que al saltar del avión el paracaídas no se abra. En un programa de
cambio, demasiadas prioridades son igual a ninguna, según me enseñó en tiempos
mi maestro en estas cuestiones. Dicho de otro modo, 200 medidas de chichinabo
equivalen a una enorme cantidad de chichinabo con el que marear la perdiz
durante cierto tiempo, no muy prolongado por cierto.
En tales
circunstancias, la pregunta hecha a la militancia socialista viene a equivaler
a lo que figura en el título de este ejercicio ocioso de redacción. El 51% de
la militancia ha optado por contestar que prefiere a Pedro Sánchez; el 49% restante
ha preferido prestar su atención y su valioso tiempo a temas de mayor
sustancia.
Exactamente la
misma pregunta, qué casualidad, la ha hecho Pedro Sánchez a la militancia de
Podemos, en esta ocasión sin urnas y sin retóricas: “¿Seréis capaces de
preferir un gobierno presidido por Rajoy a otro presidido por mí?” No creo, con
todo, que el dilema suponga ningún trauma, ni para Pablo Iglesias ni para el
resto de representantes de la izquierda política sentados en el parlamento. La
réplica educada a Sánchez sería la siguiente repregunta: “¿Y cuál es la
diferencia?”
Pedro Sánchez
deberá aclarar este punto con mayor convicción y detenimiento, para que nadie entienda
que está pidiendo el voto o la abstención sobre la base de una simple foto de
agencia. María Dolores de Cospedal ya ha adelantado su propia interpretación de
la actual encrucijada cuando se ha puesto teresiana y ha afirmado que en tiempo
de zozobra no hay que hacer mudanza. Sustituyan ustedes la palabra “mudanza”
por su sinónimo más usual, “cambio”, y vislumbrarán en toda su crudeza las
apuestas volcadas encima de la mesa en la jugada de póquer que se está
desarrollando en las cumbres borrascosas de nuestra esfera política.