Felipe VI ha hecho lo que correspondía: no marear más la
perdiz ni enredarse en complicidades con el macho alfa de la corrupción
política española, y señalar al siguiente candidato en el orden natural de la
aspiración a formar gobierno. Pedro Sánchez ha
recogido el guante. Bravo por Pedro Sánchez. Algunos comentaristas califican de
callejón sin salida el sendero por el que se adentra el secretario general del
PSOE. Está por ver. Felipe González ha adoptado
una actitud ambigua pero no declaradamente hostil (“veamos hasta dónde es capaz
de llegar”). Puede que todo revierta a fin de cuentas en una variante de la Grosse Grosse Koalizionen, pero no son de desdeñar
tres matices de cierto relieve.
Primero, no sería
en ningún caso la coalición de Mariano Rajoy; el
viejo dinosaurio ya no está ahí. Sí, ya lo sé, ha ido a colocarse en la
retaguardia con la intención declarada de volver, igual que hizo Artur Mas. ¿Alguien se acuerda en estos momentos de
Mas? Fue el nudo gordiano que trababa todas las posibles puertas de salida en una
coyuntura imposible. Rajoy aspira a ejercer de lo mismo. Pero el cadáver ¡ay!
sigue muriendo.
Segundo, podría
aparecer una alternativa diferente, una coalición no tan grande. Sánchez ha
dicho que va a explorar las posibilidades de convergencia, tanto hacia la
derecha como hacia la izquierda. Pablo Iglesias
acaba de hacer unas declaraciones explosivas, “nunca con Ciudadanos”, simétricas
de otras de Albert Rivera, “nunca con Podemos”, hechas
varios días atrás. Pero Rivera ya se ha enmendado parcialmente; aparece, en las
circunstancias actuales, como el jugador más atento a las ventajas tácticas que
cabe extraer de una posición aparentemente cerrada. Por lo que respecta a
Iglesias, es, entre todos nuestros amados líderes, el más versátil y el que
tiene la boca más floja. Las líneas rojas que no pueden traspasarse el lunes
devienen el miércoles en expectativas esperanzadas. Su conducta resulta un
tanto desconcertante, pero a fin de cuentas beneficiosa en la medida en que
favorece la gimnasia mental de la ciudadanía. Acostumbrados como estábamos al
discurso del “no hay alternativa”, la imprevisible floración de alternativas
que nos ofrece a diario Iglesias, tanto desde el núcleo duro de Podemos como
desde las diferentes mareas, es un lujo para el espíritu. Concluyamos, pues,
que en este asunto nada está aún dicho definitivamente.
Tercero, Sánchez se
ha apoderado de la iniciativa. La iniciativa es un factor principal en el
desarrollo de una partida de ajedrez; puede compensar una desventaja material
importante, arrinconar al contrario, obligarle a un ejercicio defensivo penoso.
Cuestiones todas que el aficionado puede asimilar siguiendo las jugosas lecciones
de ajedrez magistral ante el tablero que nos imparte semanalmente el incomparable
Leontxo García en elpais.com. A nuestra
clase política le convendría aumentar
sus conocimientos ajedrecísticos; son bastante más útiles, a los efectos de las
posibilidades de acción política y de sus trasfondos, que la garrafina o el
tute subastado.
En particular, un
estudio más profundo de la estrategia en los 64 escaques les vendría muy bien a
Susana y los Viejos (o a los Viejos y Susana, que tanto monta), demasiado amoldados
al cálculo de las habas contadas y a la previsión redundante de lo previsible.
Para ellos sigue siendo una herejía digna de inquisición la afirmación de que
la Tierra se mueve alrededor del Sol.
Siguen convencidos
de que la Tierra se mueve alrededor de Ferraz.