jueves, 18 de febrero de 2016

INFORTUNIOS DE LA VIRTUD


Pasaré unos días fuera, sin posibilidad de atender la tarea de alimentar a diario este blog con las ocurrencias efímeras traídas a contrapunto del trantrán habitual de los eventos consuetudinarios. Como guinda provisional de todo el anterior ciclo de comentarios sobre campañas, programas, voto y disposición mayor o menor a los pactos, traeré a cuento una anécdota muy conocida de Aristides, que fue, según Plutarco, el más virtuoso de los griegos antiguos. Aristides, de familia humilde y demasiado honrado para enriquecerse con la política, se vio enfrentado a Temístocles, que era, por el contrario, rico, brillante, seductor y poco dado a escrúpulos relacionados con medios y fines. Temístocles solía llevarse el santo y la limosna, según se dice, en las competencias entre los dos, y lo cierto es que su comportamiento en la batalla de Salamina le valió un punto fuerte entre sus conciudadanos atenienses. En Platea, cuya victoria sobre los persas de Mardonio tuvo como protagonista decisivo a Aristides, la gloria oficial se la llevó al final el espartiata Pausanias, general en jefe de los griegos confederados, pero por otra parte un abusón que impedía que nadie se proveyera de agua o forraje antes que los de su pueblo, y un bruto supersticioso que no quería entablar combate cuando fue atacado por la caballería enemiga, porque los agüeros eran dudosos.
Pues bien, un año, el día de la asamblea ateniense en la que tenía lugar el voto anual (voto secreto, no a mano alzada) del ostracismo, para el que cada ciudadano escribía en una tablilla el nombre del político que deseaba ver alejado de la polis, un rústico pidió a Aristides si podía ayudarle a escribir el nombre deseado, porque él no tenía letras. El nombre que quería escribir era “Aristides”.
– ¿Lo conoces?
– Nunca le he visto.
– ¿Te ha hecho algún daño?
– Ninguno. Pero estoy harto de escuchar que es el más virtuoso de los griegos.
Aristides suspiró, y escribió su propio nombre en la tablilla, convencido de pronto de que se merecía el destierro. No quedó defraudado, su nombre salió elegido por amplia mayoría.