Se multiplican las
señales de que el alto estado mayor del Partido Popular ha percibido de pronto que
la estrategia que había diseñado para ocupar de nuevo la jefatura de un
gobierno “basado en la sensatez y el sentido común”, era equivocada. Un Rajoy cargado
de pronto de impaciencia (extraña imagen en un hombre de por sí cachazudo) emplaza
a Sánchez a dejar de marear la perdiz, después de haber hecho exactamente eso con
su turno de investidura. Santamaría reclama urgencia para formar gobierno en
vista de que la situación económica es delicada, a pesar de que ya lo era dos
meses atrás. Se monta un proceso contra titiriteros proetarras y se exhuma la
causa contra el concejal madrileño Zapata por lo mismo, a fin de disimular las
numerosas causas en las que figuras relevantes del partido, y el propio partido
en tanto que organización, han sido imputados.
Existía al parecer la
impresión de que Pedro Sánchez se enredaría solo en la madeja, o bien que almas
caritativas de Ferraz y de San Telmo pondrían los convenientes palos en las
ruedas a su carrera en solitario; pero las dos predicciones están fallando.
Pedro sigue vivo, el pacto contra natura para un gobierno polimorfo y perverso de
la Antiespaña no está descartado, y los sondeos anuncian un declive de las
expectativas de voto del PP en beneficio de los partidos emergentes. En consecuencia,
Génova llama a zafarrancho.
Ya contamos con la foto
de ese zafarrancho, y con diez mil memes en su torno: Pedro aparece con la mano
tendida, y Mariano en actitud de hacerle una “cobra”: el torso echado hacia
atrás, las manos jugando con el botón de la americana, la boca apretada en
lugar de la sonrisa habitual, y los ojillos – esos ojillos siempre inquietos de
Mariano que tantas cosas nos dicen sobre las ideas, por lo demás banales, que pasan
en ese instante por su cabeza –, chispeantes de travesura.
La explicación oficial
dada desde Génova es que Mariano no vio la mano tendida. Es una explicación
poco creíble, a nuestro presidente en funciones se le pasan por alto miles de
cosas todos los días, pero nunca el protocolo a seguir en un acto oficial delante
de las cámaras. Él es así, no le gusta mucho hacer cosas, pero sí en cambio “estar”
en los sitios, hacer sentir su presencia.
Su intención
deliberada fue ningunear a su interlocutor y jugar una vez más, posiblemente la
última, a representar al macho alfa del rebaño. Fue un desdén deliberado, una
declaración de guerra. El partido popular moviliza a sus brigadas Aranzadi y a
sus Brunetes mediáticas, presenta batalla en todos los frentes. Acorralado en
una situación crítica, está dispuesto a acabar de destrozar la credibilidad ya
escasa de las instituciones, a enredar más aún la economía desfalleciente, a
acollonar a quien haga falta, a meter el miedo en el cuerpo a la plácida
mayoría silenciosa de un país en el que las mayorías han muerto de inanición. A
morir matando.