domingo, 3 de abril de 2016

CUANDO LA DIRECCIÓN INTENTA QUITARSE DE EN MEDIO


La nueva organización de Podemos, diseñada por Pablo Echenique y denominada con el hashtag #AtarseLosCordones, va a ser un sistema “dinámico y revisable”, según informa la prensa. Bien. Para quienes nos preguntamos cómo se come eso, la prensa añade que se revisarán en periodos necesariamente cortos “las facultades de los cargos y órganos del partido, así como la relación de éstos con los círculos”. Mal.
¿Qué organización es esa en la que pueden cambiar de un día para otro las facultades de los cargos y órganos de un partido? ¿Vamos hacia una dirección de geometría variable, con una capacidad de decisión hoy amplia y discrecional, mañana tasada y menguada? ¿Es variable también, en cualquier caso, la relación de los órganos de dirección con los círculos de base? ¿No está definida de forma implícita y desde siempre esa relación mediante los conceptos mismos de “base” y “dirección”?
La organización de un colectivo cualquiera se reduce siempre en último término a personas. Bien está que las personas a las que se ha encomendado por la vía del voto interno la función dirigente del partido puedan ser cuestionadas y sustituidas en todo momento, cuando la base así lo estime conveniente; mal está que se estiren y se encojan las funciones y las prerrogativas, y mientras tanto las personas sigan siendo las mismas, unas adscritas a la dirección, otras a la base.
Es lo que se sospecha que puede ocurrir cuando el otro Pablo enfatiza que todo el tema de los pactos de gobierno, el voto en contra o la abstención en la investidura, y la eventualidad de una repetición de las elecciones generales, van a quedar en manos de la asamblea soberana. Bien está que se someta a la asamblea una propuesta clara, definida y pragmática: «esto es lo que se ha hecho hasta ahora, en esto está comprometida la dirección, esto es lo que se os propone que hagamos en adelante.» Si la asamblea aprueba la gestión y las perspectivas, lo que corresponde es tirar millas; si rechaza lo uno, o lo otro, o las dos cosas, de inmediato la dirección saliente debe resignar sus cargos y dar paso a la  elección de un nuevo equipo que tire del carro en la dirección que la asamblea ha decidido.
Lo que no es de recibo es que la dirección se ponga delante de la asamblea sin rendir cuentas claras de lo hecho y sin una propuesta concreta, con la “ultrademocrática” actitud de decir a los asambleístas: «Esto es un lío. Lo que vosotros decidáis, eso haremos, y la responsabilidad final por supuesto será vuestra en todos los casos.»
Eso no sería una dirección, sino un guirigay. Y tampoco sería una organización dinámica y revisable de nuevo tipo, sino otra cosa alambicada y resbalosa, que a falta de una definición más precisa me atrevo a llamar “monserga”.