jueves, 7 de abril de 2016

ESA PUTA TAN DISTINGUIDA


Me veo obligado a pedir disculpas a los lectores por este titular tan fuera de toda conveniencia. No es propiedad intelectual mía. En este blog, por cojones, se ha proscrito la palabra soez a menos que esté debidamente justificada en el guión. Tal es el caso. El titular del post de hoy es el título de la última novela del maestro Juan Marsé, que aún no he leído, pero me faltará tiempo. Y la puta en cuestión no es nadie en quien ustedes seguramente estarán ya pensando, sino la memoria, como nos explica con tino Xavi Ayén en una entrevista tan bien hecha que nos hace añorar los tiempos en los que la prensa cultural todavía servía para algo (1).
La memoria. Ni siquiera la memoria histórica, sino la memoria a secas, la puta memoria. Trampea con nosotros de forma permanente, o trampeamos nosotros con ella. En los libros de memorias nunca hay dos memorias iguales de testigos de un mismo hecho, y alguna razón tiene en ello la movilidad y la fluidez de nuestra conciencia. Marsé recuerda el libro “Descargo de conciencia”, en el que Pedro Laín Entralgo se esforzaba en multiplicar las coartadas para dignificar un pasado infumable. Hoy los Laínes proliferan, pero en general ni se descargan de nada ni buscan coartadas; simplemente niegan por la cara lo que aparece debidamente documentado en las hemerotecas. La culpa es de las hemerotecas, por supuesto. Ya se ha reclamado de Google el olvido como derecho fundamental de la persona. No me parece mal, aclaro; ser demasiado memorioso debe ser una tortura intolerable, en particular para quienes tienen vocación de saltimbanquis. Ignacio Sánchez Cuenca ha remado contra corriente para recopilar algunos ejemplos palpables de la trapisonda de ciertas mentes históricamente mutables y en la actualidad pontificales, en un libro que tampoco he leído aún, pero ya añoro: “La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política”. El título promete.
Marsé es autor de “Últimas tardes con Teresa”, “La oscura historia de la prima Montse” y “Si te dicen que caí”, por citar solo tres títulos que siguen siendo emblemáticos de una época crítica en la historia personal de muchos de nosotros. En su currículo de autor figuran algunos premios, pero que yo sepa nadie le ha dado aún, de la forma adecuada, las gracias que le debemos todos por haberlas escrito. Con la razón suficiente que le otorga la autoría de un puñado de obras que han sido pasmosamente útiles para varias generaciones de lectores, echa su cuarto a espadas sin complejos en la cuestión de las birrias que se editan hoy en día (cuestión ya tratada en este blog, en otro momento). No es solo lo que se edita, argumenta Marsé; la mayoría de todo es una birria.