Muy bien, olvidémonos
todos de este lapso vacío de ciento doce días ya, y vayamos a unas nuevas elecciones.
Hemos hecho depender la gobernabilidad del país de las personas equivocadas: tenemos
un gobierno en funciones irresponsable, un parlamento bloqueado y un candidato oficial
empeñado en encerrarse con un solo juguete… roto. Puesto que al parecer por ahí
no va a haber novedades de sustancia, la alternativa más sensata, por no decir
la única, resulta de cajón: para salir del impasse, es necesario volver a darle
la palabra al pueblo.
Nos resignamos, a
pesar de que nos coge a casi todos con mal cuerpo, después de una resaca tan
larga del 20D y de aquel lucido consenso mediático acerca de una etapa política
nueva caracterizada por la necesidad de pactos. Pactos sí, pero no con los
bolivaristas, pero no con los austericidas, pero no con los soberanistas, pero
no con el Ibex35. La lista se fue haciendo más larga, el sendero transitable
más estrecho y sembrado de minas. Al final del largo camino a ninguna parte, el
único consenso al cual se ha llegado es: “la culpa no la tengo yo, la tienen
todos los demás.”
No discutiremos, lo
aceptamos. No hay más madera que la que arde. Hagan borrón y cuenta nueva y
pasen página, cuanto antes mejor.
Vayamos a una
repetición de las elecciones, entonces. Pero, por favor, ya que nos van a pasar
la misma película, renueven el elenco. Hay tiempo. Apuntan en el horizonte inmediato
asambleas decisorias, congresos aplazados, recursos al Constitucional y
sesiones de maitines cruciales. Consulten sus oráculos sagrados y sus sondeos
de opinión, hagan sacrificios propiciatorios a sus divinidades y a sus supporters financieros, y adopten una
decisión firme, para variar. Que no repita ninguno de los cuatro tenores. Están
muy vistos, nos sabemos de memoria sus monólogos, ya han recibido todos la
visita de Jordi Évole y acudido a cocinar a la casa de Bertín Osborne. El
espectáculo debe continuar, de acuerdo, pero tengan la bondad por lo menos de
cambiar el cartel y el atrezzo. Ya que no acaba de venir el cambio que el país
espera, cambien por lo menos a los artistas para renovar el tinglado de la
antigua farsa. De otro modo la repetición de la campaña se hará infumable.