miércoles, 6 de abril de 2016

POLÍTICOS OFFSHORE


Puestos a enunciarlo en forma de ley, saldría más o menos esto: “Detrás de todo gran político neoliberal, hay una empresa offshore.” No es una ley exacta, claro. En realidad, puede haber varias empresas offshore. Miren al ya ex primer ministro de Islandia, y a Mauricio Macri. Antes habíamos conocido los casos de la familia de Jordi Pujol (“toda saga política neoliberal tiende a crear un volumen de empresas offshore equivalente al de los capitales desalojados”) y de Luis Bárcenas (“todo tesorero de un partido político neoliberal”, etc.).
Don Carlos Marx, ese gran desconocido, trató de establecer algunas leyes cautelosas en torno a las relaciones entre lo que él llamaba la estructura económica y las superestructuras ideológicas. En el largo plazo, sostenía, los cambios en la estructura determinan cambios superestructurales que van aproximadamente en la misma dirección.
Olvidémonos del largo plazo, ahora que vivimos en la era de la instantaneidad y el movimiento uniformemente acelerado de las puertas giratorias crea remolinos capaces de absorber en su vorágine una media ponderada de nueve concejales valencianos al día. Lo que quedaría hoy en pie de la vieja ley marxiana sería lo siguiente: lo primero que aparece en el horizonte brumoso de las actividades B de un político cualquiera, es la posibilidad de crear en Andorra, o Panamá, o no importa qué otro paraíso, una empresa offshore enteramente opaca hacia la que canalizar unos ingresos atípicos que de otro modo le traerían disgustos serios con Hacienda. Este es, necesariamente, el primer paso.
Después, en el largo plazo según Marx, pero sin olvidar que en el paradigma actual el largo plazo puede concretarse en tres o cuatro segundos, aparece una mentalidad neoliberal que nace revestida ya de todas sus armas, tal y como nació Atenea, según el mito clásico, del muslo de Zeus.
Una vez revestido así de su flamante coraza, el neófito neoliberal empieza sin falta a despotricar contra la contaminación de bolivarismo rancio perceptible en las nuevas formaciones políticas, a reclamar respeto hacia la memoria histórica de las gestas franquistas, y a calificar de nazis a las abortistas, y de pescateras a las alcaldesas rebeldes.
Una corriente idealista de tipo hegeliano consideraría esta misma relación a la inversa: es decir, para ella tendría lugar primero el cambio de mentalidad, y luego, como el corolario forzoso de un teorema matemático, se generaría el papeleo en un bufete solvente de abogados para la creación de la empresa offshore. El mérito de Marx consistió en dar la vuelta a ese esquema explicativo invertido, y ponerlo erguido sobre sus pies.
La empresa offshore primero, y solo luego la ideología. Ese es el orden correcto.