Los sondeos de
opinión, tan parecidos a los “cuñaos” en la disposición y el arte que tienen
para chafar la guitarra al personal, auguran que una repetición de las
elecciones generales favorecería únicamente al PP y a la abstención. Se le
quitan a uno las ganas de votar.
A propósito de
abstención, hace pocos días Félix de Azúa, en unas declaraciones resonantes, sostuvo
(entre muchas otras opiniones deliberadamente encaminadas a que a nadie le pase
inadvertida la novedad mayúscula de que él ha alcanzado el sillón H de la Academia)
que el personal debió de ir a votar pasado de copas el pasado 20D, porque de
otro modo él no se explica el resultado.
La hipótesis a
posteriori de Azúa vendría a confirmar una intuición a priori del también
literato Manuel Rivas. Esto es lo que escribió Rivas en una de sus jugosas
columnas de El País: «Lo erótico de esta campaña
es que gran parte de los votos disfrutan con la infidelidad. La demoscopia se
vuelve loca. Las encuestas se hacen viejas de un día para otro.»
Cabe en lo posible entonces, vista la coincidencia rara de dos autoridades
claramente contrapuestas, que todos/as los/as votantes del censo, o por lo
menos una amplia mayoría, acudiésemos ese día al encuentro de las urnas con un
hormigueo especial en el cuerpo, después de enriquecer el cafelito de sobremesa
con dos gotas generosas de algún aguardiente, y lanzados/as in mente al desenfreno de la erótica
política, la borrachera y la “perdisión”.
¿Dónde están, cien días y un pico después,
aquella lubricidad incontenible, el regusto del fruto prohibido, el alma “en
ansias y en amores inflamada”, que nos empujaron a salir de casa, en uno de los
porcentajes de participación más espléndidos de todos los tiempos democráticos,
para beber, además del anisado o el coñá, los vientos de la política, de nuevo,
por una vez, después de años de desencanto?
Si se repiten las elecciones, crecerá la
abstención. Es decir, habrá en el país más abstemios.
Más caras serias, más gestos lúgubres, más
mayorías silenciosas. Aplaudirán nuestra sensatez el señor Juncker, la señora
Lagarde, Herr Schäuble, Ana Patricia Botín e Isabel Preysler. Seremos por
cuatro años más el fondo de reserva del “sentido común” del establishment.
No se me ocurre mejor argumento para encarecer
a nuestros líderes que no dejen pasar la ocasión de pactar un gobierno deliberadamente
cachondo, bailongo y rompedor. PP y abstemios, abstenerse.
¡Camarero, una última copa aquí, para el
camino!