Jessica Albiach, aspirante
a la dirección de Podemos en Cataluña, acaba de explicar en La Vanguardia que «más
que el eje derecha-izquierda o independentista-españolista, Podemos plantea el
eje los de arriba y los de abajo».
Albiach es joven,
pero no tanto: nació en 1979, luego anda por los treinta y siete. Dice abominar
de las etiquetas, pero las utiliza sin empacho. La simplificación que aparece
con frecuencia en su discurso podría deberse, no a pereza intelectual sino a un
afán didáctico, a la necesidad de hacerse entender con claridad por su público,
y trazar ejes de coordenadas imaginarios para mapar con cierta aproximación un
territorio enmarañado.
Sin embargo. Más
allá de los límites marcados para la orientación en la escuela primaria, ¿cuál
es la diferencia entre un eje político derecha-izquierda y otro eje
arriba-abajo? Es sabido que la topografía derecha-izquierda nació del lugar en
el que solían sentarse los diputados de las diferentes tendencias en el
hemiciclo parlamentario: la connotación de lugar es puramente simbólica.
Lo mismo ocurre con
el arriba y el abajo. Cierto que los potentes manifiestan una marcada
preferencia por los áticos (así, el madrileño Ignacio González) y los
indigentes habitan con demasiada frecuencia a ras de tierra, en chabolas
improvisadas con materiales de derribo; pero no se excluyen otras disposiciones
topográficas contradictorias, puesto que las guardillas ocupan por lo general
planos más elevados que los pisos nobles. El arriba y el abajo son entonces
igual de simbólicos que la izquierda y la derecha, y resulta difícil de
establecer la diferencia entre ambos ejes.
El matiz
diferencial nos retrotraería de nuevo al parlamento, el lugar en el que la izquierda
establecida (la sinistra vincente, en
expresión de Bruno Trentin; en cualquier caso, una nada más de las diversas formas
de expresarse el enrevesado pensamiento de la izquierda) puede llegar a pactos
y contubernios con la derecha empingorotada, en contra de las expectativas de
sectores de la ciudadanía tan amplios numéricamente como marginados de la acción
política. ¿Es la negación del parlamento, entonces, y en consecuencia el
trazado de un nuevo eje “confrontación parlamentaria-lucha en la calle”, el
meollo de la cuestión? No lo parece, si reseguimos las explicaciones de
Albiach: «Nosotros no construimos a la contra de nadie y queremos conciliar.
Caminamos por encima de la confrontación y la polarización.»
Cuidado, Jessica. No
es conveniente simplificar tanto la realidad y solucionar las contradicciones
con muletillas dialécticas que suenan bien pero por dentro están huecas. Obviar
el eje derecha-izquierda y caminar alegremente por encima de la confrontación
puede tener consecuencias indeseables. Lo advirtió el maestro Riccardo Terzi
con una distinción lapidaria: «La derecha es la simplificación, y la izquierda
el pensamiento complejo.»