martes, 26 de abril de 2016

PERSISTENCIA DE LA IZQUIERDA EN LAS NUEVAS COORDENADAS POLÍTICAS


Jessica Albiach, aspirante a la dirección de Podemos en Cataluña, acaba de explicar en La Vanguardia que «más que el eje derecha-izquierda o independentista-españolista, Podemos plantea el eje los de arriba y los de abajo».
Albiach es joven, pero no tanto: nació en 1979, luego anda por los treinta y siete. Dice abominar de las etiquetas, pero las utiliza sin empacho. La simplificación que aparece con frecuencia en su discurso podría deberse, no a pereza intelectual sino a un afán didáctico, a la necesidad de hacerse entender con claridad por su público, y trazar ejes de coordenadas imaginarios para mapar con cierta aproximación un territorio enmarañado.
Sin embargo. Más allá de los límites marcados para la orientación en la escuela primaria, ¿cuál es la diferencia entre un eje político derecha-izquierda y otro eje arriba-abajo? Es sabido que la topografía derecha-izquierda nació del lugar en el que solían sentarse los diputados de las diferentes tendencias en el hemiciclo parlamentario: la connotación de lugar es puramente simbólica.
Lo mismo ocurre con el arriba y el abajo. Cierto que los potentes manifiestan una marcada preferencia por los áticos (así, el madrileño Ignacio González) y los indigentes habitan con demasiada frecuencia a ras de tierra, en chabolas improvisadas con materiales de derribo; pero no se excluyen otras disposiciones topográficas contradictorias, puesto que las guardillas ocupan por lo general planos más elevados que los pisos nobles. El arriba y el abajo son entonces igual de simbólicos que la izquierda y la derecha, y resulta difícil de establecer la diferencia entre ambos ejes.
El matiz diferencial nos retrotraería de nuevo al parlamento, el lugar en el que la izquierda establecida (la sinistra vincente, en expresión de Bruno Trentin; en cualquier caso, una nada más de las diversas formas de expresarse el enrevesado pensamiento de la izquierda) puede llegar a pactos y contubernios con la derecha empingorotada, en contra de las expectativas de sectores de la ciudadanía tan amplios numéricamente como marginados de la acción política. ¿Es la negación del parlamento, entonces, y en consecuencia el trazado de un nuevo eje “confrontación parlamentaria-lucha en la calle”, el meollo de la cuestión? No lo parece, si reseguimos las explicaciones de Albiach: «Nosotros no construimos a la contra de nadie y queremos conciliar. Caminamos por encima de la confrontación y la polarización.»
Cuidado, Jessica. No es conveniente simplificar tanto la realidad y solucionar las contradicciones con muletillas dialécticas que suenan bien pero por dentro están huecas. Obviar el eje derecha-izquierda y caminar alegremente por encima de la confrontación puede tener consecuencias indeseables. Lo advirtió el maestro Riccardo Terzi con una distinción lapidaria: «La derecha es la simplificación, y la izquierda el pensamiento complejo.»