martes, 18 de julio de 2017

CON FRANCO, NO PASABA


Al aterrizar de nuevo en Barcelona, casi la primera noticia que me ha llegado ha sido la de unos cartelones con la imagen a todo color de Franco pidiendo el “No” para el 1-O. No he visto ninguno aún, es lavanguardia la que me trae a casa las imágenes del victorioso Caudillo con un texto ridículamente inapropiado respecto de lo que fueron las bien conocidas máximas de su régimen.
Podría tratarse de un caso aberrante de apología pública del fascismo, pero no. Los responsables de la fechoría son un colectivo denominado “República des de Baix”. Ha dado la cara por ellos ante los medios Antonio Baños, que fue hace no mucho tiempo – hasta su dimisión por motivos no claramente expresados – el coordinador institucional de las CUP. En su explicación de la jugada, ha tratado de poner una pizca de racionalidad donde no la hay. No hacía falta un cartel para dar a conocer algo sabido de sobras por todos: que Franco era contrario a la República (la española, en su caso; hizo una guerra civil contra ella. Razón suficiente para suponer con fundamento que también habría sido contrario a una República catalana).
Tal vez lo que se pretende sugerir con el cartel es que quienes están en contra de la República catalana son todos franquistas, y en ese caso el silogismo falla de forma estrepitosa. Baños y sus adláteres deberían repasar sus manuales de Lógica, a estos extremos lleva el descuido de las humanidades en los planes de enseñanza oficiales desde la ley Wert e incluso desde mucho antes. Ahora padecemos la desazón de tener en nuestro corral a unas primadonnas de la política convencidas de que Aristóteles era un gato, dadas las premisas inobjetables de que algunos gatos son griegos y Aristóteles era indudablemente griego.
Otra iniciativa sonada de los cupaires en los últimos tiempos ha sido la exigencia de recuperar para el pueblo soberano la catedral de Barcelona y convertirla en una escuela de música. No sé yo, la sensación que me da es que estos/as muchachos/as “no tocan”. Las CUP se llevaron en aquellos comicios seudo “plebiscitarios” unos cuantos cientos de miles de votos de ciudadanos que opinaban que de esa forma estaban dando caña tanto al señor Rajoy como al señor Mas. Fue otro silogismo político erróneo de raíz, pero, para hacer justicia a la trayectoria de las CUP en las instituciones catalanas, fuerza es reconocer que han devuelto a sus representados el ciento por uno de lo que ellos les aportaron en su momento. Y una cosa así, a salvo de lo que la iglesia católica promete para el reino del más allá, muy pocas organizaciones políticas pueden presumir de haberlo hecho en el bajo mundo realmente existente.