Al aterrizar de
nuevo en Barcelona, casi la primera noticia que me ha llegado ha sido la de
unos cartelones con la imagen a todo color de Franco pidiendo el “No” para el
1-O. No he visto ninguno aún, es lavanguardia la que me trae a casa las imágenes
del victorioso Caudillo con un texto ridículamente inapropiado respecto de lo
que fueron las bien conocidas máximas de su régimen.
Podría tratarse de un caso aberrante de apología pública del fascismo, pero no. Los
responsables de la fechoría son un colectivo denominado “República des de Baix”.
Ha dado la cara por ellos ante los medios Antonio Baños, que fue hace no mucho
tiempo – hasta su dimisión por motivos no claramente expresados – el coordinador
institucional de las CUP. En su explicación de la jugada, ha tratado de poner
una pizca de racionalidad donde no la hay. No hacía falta un cartel para dar a
conocer algo sabido de sobras por todos: que Franco era contrario a la
República (la española, en su caso; hizo una guerra civil contra ella. Razón suficiente
para suponer con fundamento que también habría sido contrario a una República catalana).
Tal vez lo que se pretende sugerir con el cartel es que quienes están en contra
de la República catalana son todos franquistas, y en ese caso el silogismo
falla de forma estrepitosa. Baños y sus adláteres deberían repasar sus manuales
de Lógica, a estos extremos lleva el descuido de las humanidades en los planes
de enseñanza oficiales desde la ley Wert e incluso desde mucho antes. Ahora
padecemos la desazón de tener en nuestro corral a unas primadonnas de la
política convencidas de que Aristóteles era un gato, dadas las premisas inobjetables
de que algunos gatos son griegos y Aristóteles era indudablemente griego.
Otra iniciativa sonada
de los cupaires en los últimos tiempos ha sido la exigencia de recuperar para
el pueblo soberano la catedral de Barcelona y convertirla en una escuela de
música. No sé yo, la sensación que me da es que estos/as muchachos/as “no tocan”.
Las CUP se llevaron en aquellos comicios seudo “plebiscitarios” unos cuantos
cientos de miles de votos de ciudadanos que opinaban que de esa forma estaban
dando caña tanto al señor Rajoy como al señor Mas. Fue otro silogismo político erróneo
de raíz, pero, para hacer justicia a la trayectoria de las CUP en las
instituciones catalanas, fuerza es reconocer que han devuelto a sus
representados el ciento por uno de lo que ellos les aportaron en su momento. Y
una cosa así, a salvo de lo que la iglesia católica promete para el reino del
más allá, muy pocas organizaciones políticas pueden presumir de haberlo hecho
en el bajo mundo realmente existente.