jueves, 20 de julio de 2017

EL DISCURSO DEL BRAVUCÓN


Durante años ya, he procurado dedicar el mínimo espacio posible, en estas notas en contrapunto, al procès catalán. Abonaban esa decisión el hastío de un debate demasiado estirado en el tiempo, falto de argumentos y machacón en las formas, y de otro lado la prudencia para no enconar heridas abiertas, cuando quien más quien menos tenemos en la familia y entre las amistades gente “indepe” absolutamente entrañable y valiosa. Con los mimbres que hay habrá de hacerse mañana el cesto de la Catalunya renovada, y sigo convencido de que en esa tarea nadie será prescindible.
Por eso, me siento desolado al volver un día más sobre el mismo tema, que ya huele (a pescado, según Rahola). Pero es que en algunos foros se interpreta la prudencia como indefinición, y el silencio como adhesión tácita. Y eso tampoco. Callar en estas condiciones sería cobardía civil. Vamos, pues, al comentario.
En las portadas de la prensa de hoy coinciden cuatro noticias reseñables sobre el tema. Primera, (en lavanguardia): el letrado mayor del Parlament “duda” de la legitimidad de la vía unilateral para el referéndum. Pongo entre comillas el “duda”, porque del texto se desprende que no hay duda sino una certeza absoluta expresada con cautelosa reserva. No es de excluir que el señor Bayona sea relevado de sus funciones dentro de pocas horas, al ritmo frenético con el que se mueven las cosas en las instituciones catalanas.
Segunda (en elpais): Milagros Pérez Oliva señala que la reforma horaria, consensuada por todas las fuerzas parlamentarias a la vista de estudios serios y fundados sobre su oportunidad, ha sido aplazada por la mayoría de JxS más CUP hasta 2025. Lo primero, al parecer, es la independencia; y luego, en brumosa lejanía, las cosas de la vida. Comenta Milagros que debe parecerles más fácil gobernar la utopía que gestionar unos cambios que implican la apuesta por la innovación social. Es una manera elegante de decir algo que también puede expresarse con mucha mayor crudeza.
Tercera (en lavanguardia): Fernando Ónega hace un recuento demoledor de las agresiones continuadas de la cúpula procesista a los principios de la democracia que tanto reclama. Oigámoslo: «Los responsables de la Generalitat han dado pasos de difícil presentación ante el resto del mundo. Han roto el principio de neutralidad de los gobiernos ante una consulta popular. Han condenado a muerte política a servidores públicos que cometieron el delito o la imprudencia de dudar. Han resucitado la “lealtad inquebrantable”, término propio de regímenes autocráticos. Han cesado a personas que se habían distinguido por su tolerancia. Han lanzado la imagen de que buscan un control de los Mossos encaminado a que incumplan la legalidad de un Estado democrático. Y, para cerrar el relato, el Govern impone la ley del silencio, declara que no piensa informar de sus decisiones, se reserva el derecho de información como si fuese exclusivamente suyo…»
Cuarta, la intervención de ayer del nuevo conseller de Presidència y portavoz del Govern, Jordi Turull, llamando a “hiperventilados y tiquismiquis” a tomarse 76 días de excedencia hasta que aquí pase lo que tenga que pasar.
Son palabras fuertes. Creo que la última vez que he oído llamar a alguien “hiperventilado” fue a Gene Hackman, dirigiéndose a Clint Eastwood en “Sin perdón”. Tiquismiquis le llamó, si no recuerdo mal, Wyatt Earp al mayor de los hermanos Clanton, lo que provocó la ensalada de tiros que se conoce en el OK Corral. El oasis catalán de tiempo atrás, la emblemática bassa d’oli del president Pujol, ha derivado en un nuevo Tombstone.
Adelante. En el patio del cole, cuando algún audaz lanzaba un desafío semejante, los demás hacíamos corro gritando “¡Pelea, pelea!” y ejercíamos de árbitros colectivos y rigurosos. No permitíamos el menor paso atrás del retador, y cualquier intento posterior de componenda era juzgado con calificativos deplorables que hoy provocarían la protesta airada del colectivo LGTBi. Veamos entonces en qué queda la bravuconada del conseller Turull.