Durante años ya, he
procurado dedicar el mínimo espacio posible, en estas notas en contrapunto, al procès catalán. Abonaban esa decisión el
hastío de un debate demasiado estirado en el tiempo, falto de argumentos y machacón
en las formas, y de otro lado la prudencia para no enconar heridas abiertas,
cuando quien más quien menos tenemos en la familia y entre las amistades gente “indepe”
absolutamente entrañable y valiosa. Con los mimbres que hay habrá de hacerse
mañana el cesto de la Catalunya renovada, y sigo convencido de que en esa tarea
nadie será prescindible.
Por eso, me siento
desolado al volver un día más sobre el mismo tema, que ya huele (a pescado,
según Rahola). Pero es que en algunos foros se interpreta la prudencia como
indefinición, y el silencio como adhesión tácita. Y eso tampoco. Callar en estas
condiciones sería cobardía civil. Vamos, pues, al comentario.
En las portadas de
la prensa de hoy coinciden cuatro noticias reseñables sobre el tema. Primera, (en
lavanguardia): el letrado mayor del Parlament “duda” de la legitimidad de la
vía unilateral para el referéndum. Pongo entre comillas el “duda”, porque del
texto se desprende que no hay duda sino una certeza absoluta expresada con cautelosa
reserva. No es de excluir que el señor Bayona sea relevado de sus funciones
dentro de pocas horas, al ritmo frenético con el que se mueven las cosas en las
instituciones catalanas.
Segunda (en
elpais): Milagros Pérez Oliva señala que la reforma horaria, consensuada por
todas las fuerzas parlamentarias a la vista de estudios serios y fundados sobre
su oportunidad, ha sido aplazada por la mayoría de JxS más CUP hasta 2025. Lo primero,
al parecer, es la independencia; y luego, en brumosa lejanía, las cosas de la
vida. Comenta Milagros que debe parecerles más fácil gobernar la utopía que
gestionar unos cambios que implican la apuesta por la innovación social. Es una
manera elegante de decir algo que también puede expresarse con mucha mayor
crudeza.
Tercera (en
lavanguardia): Fernando Ónega hace un recuento demoledor de las agresiones
continuadas de la cúpula procesista a los principios de la democracia que tanto
reclama. Oigámoslo: «Los responsables de la Generalitat han
dado pasos de difícil presentación ante el resto del mundo. Han roto el
principio de neutralidad de los gobiernos ante una consulta popular. Han
condenado a muerte política a servidores públicos que cometieron el delito o la
imprudencia de dudar. Han resucitado la “lealtad inquebrantable”, término
propio de regímenes autocráticos. Han cesado a personas que se habían
distinguido por su tolerancia. Han lanzado la imagen de que buscan un control
de los Mossos encaminado a que incumplan la legalidad de un Estado democrático.
Y, para cerrar el relato, el Govern impone la ley del silencio, declara que no
piensa informar de sus decisiones, se reserva el derecho de información como si
fuese exclusivamente suyo…»
Cuarta, la intervención de ayer del nuevo conseller de
Presidència y portavoz del Govern, Jordi Turull, llamando a “hiperventilados y
tiquismiquis” a tomarse 76 días de excedencia hasta que aquí pase lo que tenga
que pasar.
Son palabras fuertes. Creo que la última vez que he oído
llamar a alguien “hiperventilado” fue a Gene Hackman, dirigiéndose a Clint
Eastwood en “Sin perdón”. Tiquismiquis le llamó, si no recuerdo mal, Wyatt Earp
al mayor de los hermanos Clanton, lo que provocó la ensalada de tiros que se
conoce en el OK Corral. El oasis catalán de tiempo atrás, la emblemática bassa d’oli del president Pujol, ha derivado en un nuevo Tombstone.
Adelante. En el patio del cole, cuando algún audaz
lanzaba un desafío semejante, los demás hacíamos corro gritando “¡Pelea, pelea!”
y ejercíamos de árbitros colectivos y rigurosos. No permitíamos el menor paso
atrás del retador, y cualquier intento posterior de componenda era juzgado con calificativos
deplorables que hoy provocarían la protesta airada del colectivo LGTBi. Veamos entonces en
qué queda la bravuconada del conseller Turull.