lunes, 24 de julio de 2017

AZAR, TRABAJO Y FORTUNA







Por gentileza de Antonio Lorente Medina, uno de nuestros eruditos más destacados, al que tuve el placer de conocer en Creta, tengo en casa un facsímil del juego de la “filosofía cortesana moralizada”, compuesto en 1584 por Alonso de Barros, que ilustró con él un tratado del mismo título.
Se trata de un antecedente del juego de la oca. A golpe de dados, se avanza a través de una espiral de 63 casas, la última de las cuales, la Palma, está señalada con la palabra “Vitoria”. En el recorrido hay claves que hacen avanzar o retroceder al jugador al tiempo que lo aleccionan con máximas morales. Por ejemplo, quien cae en la casa de la “Mudanza de ministros” (43) debe volver a la de “Adulación” (10); un “Pensé que” (55) retrocede a “Diligencia” (20), y quien cae en el “Pozo del olvido” (32) debe pagar multa al resto de jugadores y estarse una mano sin jugar. Hay una casa de la Fortuna (51) que permite tirar dos veces, y otra de la Pobreza (60) desde la que se retrocede a los Dados (53) pero recibiendo “limosna” de los demás competidores.
El avance más consistente es el de las casas de los Bueyes, antecesores de las Ocas. Las casas en cuestión son nueve, ilustrada cada una con un par de bueyes, y permiten avanzar en la misma tirada tantos puntos como los que fueron precisos para dar en ellas. Los Bueyes incluyen el título “Travaglio” y una leyenda singular para cada una de sus casas, en italiano y en español. Transcribo dichas leyendas en español, con el número de la casa en la que se incluyen: “Nunca se siente el trabajo, sino cuando el premio es bajo” (4); “Frutos del trabajo justo son honra, provecho y gusto” (12); “Del ocio nace pobreza, y del trabajo riqueza” (17); “No es grande trabajo aquel que basta a sacarnos dél” (23); “Al fin se rinde fortuna si el trabajo la importuna” (30); “El fruto de la esperanza por el trabajo se alcanza” (34); “Trabajo es no le tener el que dél ha de comer” (41); “Aunque fortuna es mudable, el trabajo es favorable” (48); y “El trabajo gana palma, y quita el orín del alma” (57).
Se comprueba que Alonso de Barros apostaba fuerte por el trabajo para mover en sentido favorable el azar y alcanzar, no sin peligro, la fortuna. Las ilustraciones son convencionales pero eficaces. Las 63 casas están separadas por columnas historiadas. En el centro del tablero hay pintado un mar con barcos que navegan o naufragan, pescadores, remolinos y dragones, y la leyenda: “Mar de sufrimiento. Quien pretende ha de sufrir, como el que nace morir.” En las esquinas: abajo a la izquierda, un ave posada sobre una calavera toca una trompa de la que salen las palabras “Nosce te ipsum”. A la derecha, un brazo señala un reloj de péndulo, con la leyenda “Hasta la postrera”. Arriba a la izquierda, un gran pez recomienda: “Date prisa despacio”. Y a la derecha, una figura femenina, tal vez la diosa Fortuna, señala con el índice un aviso premonitorio: “No me pierdas”.
Me parece una iconografía adecuada al trabajo “decente” que promueve la OIT. Sugiero que se coloque el juego en el frontispicio del próximo Estatuto de los Trabajadores, por el que tanto suspiramos muchos de nosotros.