Por gentileza de
Antonio Lorente Medina, uno de nuestros eruditos más destacados, al que tuve el
placer de conocer en Creta, tengo en casa un facsímil del juego de la “filosofía
cortesana moralizada”, compuesto en 1584 por Alonso de Barros, que ilustró con
él un tratado del mismo título.
Se trata de un
antecedente del juego de la oca. A golpe de dados, se avanza a través de una
espiral de 63 casas, la última de las cuales, la Palma, está señalada con la
palabra “Vitoria”. En el recorrido hay claves que hacen avanzar o retroceder al
jugador al tiempo que lo aleccionan con máximas morales. Por ejemplo, quien cae
en la casa de la “Mudanza de ministros” (43) debe volver a la de “Adulación”
(10); un “Pensé que” (55) retrocede a “Diligencia” (20), y quien cae en el “Pozo
del olvido” (32) debe pagar multa al resto de jugadores y estarse una mano sin
jugar. Hay una casa de la Fortuna (51) que permite tirar dos veces, y otra de
la Pobreza (60) desde la que se retrocede a los Dados (53) pero recibiendo “limosna”
de los demás competidores.
El avance más
consistente es el de las casas de los Bueyes, antecesores de las Ocas. Las casas en cuestión son
nueve, ilustrada cada una con un par de bueyes, y permiten avanzar en la misma tirada tantos puntos como los que fueron
precisos para dar en ellas. Los Bueyes incluyen el título “Travaglio” y una
leyenda singular para cada una de sus casas, en italiano y en español.
Transcribo dichas leyendas en español, con el número de la casa en la que se
incluyen: “Nunca se siente el trabajo, sino cuando el premio es bajo” (4); “Frutos
del trabajo justo son honra, provecho y gusto” (12); “Del ocio nace pobreza, y
del trabajo riqueza” (17); “No es grande trabajo aquel que basta a sacarnos dél”
(23); “Al fin se rinde fortuna si el trabajo la importuna” (30); “El fruto de
la esperanza por el trabajo se alcanza” (34); “Trabajo es no le tener el que dél
ha de comer” (41); “Aunque fortuna es mudable, el trabajo es favorable” (48); y
“El trabajo gana palma, y quita el orín del alma” (57).
Se comprueba que
Alonso de Barros apostaba fuerte por el trabajo para mover en sentido favorable
el azar y alcanzar, no sin peligro, la fortuna. Las ilustraciones son
convencionales pero eficaces. Las 63 casas están separadas por columnas
historiadas. En el centro del tablero hay pintado un mar con barcos que navegan
o naufragan, pescadores, remolinos y dragones, y la leyenda: “Mar de
sufrimiento. Quien pretende ha de sufrir, como el que nace morir.” En las
esquinas: abajo a la izquierda, un ave posada sobre una calavera toca una
trompa de la que salen las palabras “Nosce te ipsum”. A la derecha, un brazo
señala un reloj de péndulo, con la leyenda “Hasta la postrera”. Arriba a la
izquierda, un gran pez recomienda: “Date prisa despacio”. Y a la derecha, una
figura femenina, tal vez la diosa Fortuna, señala con el índice un aviso
premonitorio: “No me pierdas”.
Me parece una
iconografía adecuada al trabajo “decente” que promueve la OIT. Sugiero que se
coloque el juego en el frontispicio del próximo Estatuto de los Trabajadores, por el que
tanto suspiramos muchos de nosotros.