miércoles, 18 de octubre de 2017

DETRÁS DE LAS BANDERAS


Tenemos el récord Guinness de banderas por metro cuadrado. Somos el asombro del mundo en ese aspecto, pero conviene, aunque sea solo de cuando en cuando, echar un vistazo a lo que hay detrás.
Lo que hay detrás de las banderas son 13 millones de españoles  ─ 12.989.405 según las estadísticas oficiales ─ en riesgo de pobreza y exclusión social, según el Informe sobre la pobreza en España para 2017.
No se trata de los clásicos pobres de solemnidad, los que se ve a la puerta de las iglesias a la salida de la misa del domingo, y en los días laborables a la puerta de los supermercados, al acecho del euro que las amas de casa han insertado en la ranura correspondiente para desbloquear el carrito de la compra. El 30% de esos 13 millones trabaja, o por mejor decir tiene alguna actividad laboral remunerada, si bien poca actividad, y poco remunerada. El 15% tiene estudios superiores. El riesgo afecta prácticamente por igual a varones y mujeres. Los jóvenes de entre 16 y 29 años son el grupo más numeroso; uno de cada cuatro niños cae también en esta categoría; 4,5 millones de pensionistas están incluidos en ella.
Las cifras absolutas han mejorado algo en el último año, pero esa mejoría puede no tener continuidad; el problema es que el gobierno de España está ignorando olímpicamente la agenda global para el desarrollo sostenible. Un dato al que ya se ha hecho mención en este blog (1).
Pongo en relación los datos del Informe con dos noticias recientes. Una tiene un carácter puntual y anecdótico, pero también sintomático: la expulsión de dos niñas de un colegio. Se llevaban del comedor escolar comida en unos tapers; una monitora las riñó por hacerlo, y volvieron por la tarde con varios familiares para dar una paliza a la monitora. El riesgo de pobreza y exclusión no es abstracto; se concreta, se materializa, se destila en este tipo de sucesos.
La otra noticia son los incendios de Galicia. La Xunta dirigida por Núñez Feijoo (PP) recortó drásticamente las inversiones en prevención, una tarea que de otro lado suponía bastantes puestos de trabajo para guardas forestales y otros. Ahora ha tenido que hacer frente a una ola de incendios provocados. Los fondos que no se dedicaron a prevención, se gastan en extinción. Hay, al parecer, intereses económicos de empresas por medio. Por medio también, la pérdida de riqueza forestal y una catástrofe ecológica de reparación larga y difícil.
Dos lógicas, dos series de resultados. La desidia oficial se cubre con banderas de muchos palmos de largo; la miseria cuida de sí misma arramblando sin escrúpulo con lo que es del común; el deterioro en el patrimonio y en las normas de convivencia crece en proporciones geométricas.
Maldito sea el patriotismo exclusivo de los ricos. El patriotismo ful que utiliza las banderas como tapaderas.