Mientras Galicia
arde en mil fuegos provocados, se alarga más y más la absorbente partida de
ajedrez que juegan el Govern de Catalunya y el Gobierno central. Resulta
desconsolador comprobar que los incendios arrasan nuestro medio ambiente en
medio de una indiferencia poblada de banderas, y que los dos bandos que
forcejean por la hegemonía en Cataluña se deciden sistemáticamente por jugadas
objetivamente malas, y van deteriorando de forma irremediable sus posibilidades
de salir airosos. Uno se lanza a un ataque suicida sin piezas que lo apoyen; el
otro niega toda salida política y se encomienda al dictamen de los jueces, que
a su vez comprometen su función propia en un estado de derecho al prestarse a
ejercer para el gobierno tareas de acoso y derribo que jamás deberían aceptar.
Y arde Galicia.
Y Puigdemont
mantiene su apuesta por una declaración sin declaración.
Y Rajoy alarga otra
semana el plazo de su ultimátum definitivo, mientras afila el 155.
Y dos activistas de
movimientos sociales entran en prisión. Es un triunfo del independentismo, es
un triunfo de la constitución, es un triunfo de la fiscalía. Cientos de guardias
civiles, mientras tanto, siguen acantonados en Sant Climent Sescebes hasta
nueva orden, por lo que pueda pasar.
Lo que pueda pasar
en Cataluña, no en Galicia.
Leo un artículo de
Mónica Oltra, “Lo que está en juego” (1). Dice Mónica que lo que está en juego
no es la independencia de Cataluña, nunca lo ha estado para ninguno de los dos gobiernos
ajedrecistas. «Lo que siempre estuvo en juego es acabar con
el cambio político que pueda poner en duda sus privilegios. Eso es lo que
quieren tapar con las banderas aunque para ello tengan que abrir heridas de
pronóstico reservado en la sociedad.»
Mediten sobre la
cuestión. No es Catalunya frente a España, son las viejas elites de Catalunya y de España contra el
cambio.
Cataluña como
cortina de humo. Galicia, ay, como cortina de fuego.