Hablan mucho de su inmovilismo,
pero Mariano Rajoy dio ejemplo, el otro día en el Congreso, de I+D aplicado a la
lengua patria. Albert Rivera intentó sacarle los colores en el tema catalán:
que si el gobierno se está con los brazos cruzados a pesar del modo punitivo en
que está enfocada la legislatura, que si incluso los recursos al Constitucional los
está teniendo que poner Ciudadanos.
Un aparte: para sacar
los colores a Mariano “Stoneface” Rajoy haría falta un coloso. Un niñato como
Rivera no tiene nada que rascar. Ni siquiera don Emilio Castelar, con todo y el
pico de oro que gastaba, lo conseguiría. Habría que remontarse por lo menos a la
sobria prosa del John Wayne de “Liberty Valance” con el colt asomando peligroso
en la cadera (“Era mi filete, Rajoy”), o, todo lo más, a sir Winstón Churchill
en sus momentos más inspirados, y aun así tengo mis dudas. Hagamos la prueba:
El Gordo Winstón: Lo que está usted ofreciendo al país, milord Rajoy
Brey, no puede calificarse más que como sangre, sudor, lágrimas y chapapote.
Mariano el del Piano: Qué va qué va. Son una especie de hilillos de
plastilina, no hay ningún peligro.
Fin del aparte.
Rajoy replicó a
Rivera llamándole “aprovechategui”. Un prodigio de innovación semántica. El New York Times coronó el vocablo como “neologismo
del mes”. Facebook y las redes sociales echaron humo.
La Academia vasca
ha reclamado el copyright de la voz, alegando que se trata de una
castellanización de la voz “aprobetxategi”,
utilizada en algunos caseríos remotos de manera informal y despectiva para
calificar a alguien de aprovechado.
Ganas de colgarse
la medalla. Si no aportan alguna prueba de que Mariano habla vasco en la
intimidad o de que ha jugado al mus en el casino de Pontevedra con un viajante
de comercio de Bilbao que vendía paraguas, tienen perdido el caso.
La gloria de Rajoy
como neólogo tiene fundamentos sólidos y está situada en franquía para obtener
una consolidación por parte de un sector mayoritario de la doctrina. Se habla ya
de impartir un máster sobre el tema el curso próximo en la Universidad Rey Juan
Carlos (URJC). Nada sería más merecido.
Además, que ya de
entrada no se puede comparar “aprovechado” con “aprovechategui”. En los niveles
de la alta política, una sílaba más importa. El primer término implica
descalificación; el segundo, irrisión. No hay más que ver cómo anda Albert
Rivera desde entonces, huidizo, ojeroso, vergonzante, releyendo una y otra vez
las encuestas cocinadas por elpais para convencerse de que aún es alguien en el
panorama político. La desesperación podría empujarle a alguna decisión
irreparable. Tal vez a un nuevo recurso de inconstitucionalidad, ahora que Carles
Grouchemont no será por fin investido y le cede la vez a un inédito Plan D (D
de Blanes) llamado Quim Torra.
Quim Torra es un
aprovechategui.