jueves, 24 de mayo de 2018

EQUIDISTANCIA COMO HOMEOPATÍA


In medio virtus, predicaban los romanos antiguos, en el medio está la virtud, y seguramente por culpa de la magia de los latines la frase fue trasladada a los catecismos escolares de urbanidad y buenas costumbres acuñados con el Nihil obstat (no hay objeción) de la censura eclesiástica, que en nuestro país ha sido casi toda la censura existente y desde luego la más acreditada, desconfíe de las imitaciones.
Es así que nos queda a todos, veteranos y en gran medida también jóvenes, una tendencia inquietante a quedarnos a la mitad en todo, a empantanarnos (Coscubiela dixit) por la inercia heredada que nos lleva a concebir el exceso de cualquier clase como la peor manera de señalarse, y la prudencia como la más excelsa de las virtudes.
Estar en medio de todo sin destacar en nada, ese sería el desiderátum. Tiene poco que ver con la ética ─nadie, que yo sepa, preconiza que el ideal ético consista en una equidistancia─, y mucho en cambio con la cautela. Robar sí, pero sin que se note mucho. Corromper, pero no a cualquiera. Violar en grupo, pero con la justificación de que era broma. Prevaricar, malversar, prostituir, sobornar: todo es posible, nihil obstat, pero siempre en una proporción razonable, sin exagerar nunca. Aquí no pasa nada salvo alguna cosa, según la definición magistral de Mariano Rajoy acerca de lo que está ocurriendo de puertas adentro de su propia casa.
Quim Torra, el flamante president de una Generalitat catalana doblemente vicaria, vaticinó que la proximidad de la sentencia de la Gürtel conllevaría como reacción, a modo de diástole consecuente a la sístole, una nueva macrorredada de la Guardia civil en alguna institución dependiente de la Generalitat catalana.
Así ha sido, punto por punto. Premio para el caballero.
No obstante, la macrorredada en cuestión ha detectado un desvío de 10 millones de euros para las necesidades del procés. No hay una simple oscilación del péndulo, entonces, y en el medio no está la virtud. En el medio de la doble dinámica, y equidistante de dos excesos delictivos, se ha encontrado otro delito más contra la propiedad pública. La única diferencia es que este quedaba más disimulado; pero no era menos delito.
Ni la teoría ni la práctica de la equidistancia nos sirven para nada. Necesitamos sanear a fondo las instituciones, no un simple baldeo de cubierta; necesitamos cambios estructurales, y no homeopatía.