domingo, 6 de mayo de 2018

TIEMPO MUERTO


Tres amigos de la familia soplan las velas que conmemoran el bicentenario de Carlos Marx. (Foto, Juan López Lafuente)
No guardo memoria clara de quiénes fueron los protagonistas, ni de las circunstancias exactas en las que se produjeron los hechos, de modo que les ruego que no atiendan a los pormenores sino a la sustancia del acontecimiento en sí. Se trata de un entrenador de baloncesto que, a falta de digamos siete segundos para el bocinazo final del partido, y perdiendo su equipo por más de treinta puntos, pidió a la mesa un tiempo muerto.
¿Para arreglar qué? ¿Para dar vuelta de qué modo al resultado? El tiempo muerto, sin embargo, estaba dentro de las atribuciones reglamentarias del coach, y la mesa lo concedió. El técnico rival pilló un mosqueo de cuidado y se negó a estrechar la mano del perdedor cuando, agotados sin mayores incidencias los siete segundos que faltaban, los jugadores de ambos equipos tomaron por fin el camino de las duchas.
¿De qué sirve un tiempo muerto cuando no sirve de nada?, es la pregunta. ¿Qué sentido tiene una astucia de manual cuando el desnivel en el marcador es tan fuerte que todos los recursos están ya abocados a la inanidad?
Es el caso de JxCat, que ha decidido rellenar el tiempo que aún queda para la convocatoria de nuevas elecciones proponiendo una vez más la imposible investidura telemática de Carles Puigdemont, el fugitivo de Berlín antes Waterloo, y dejar para un poco más luego la decisión real y final: o gobierno factual y factible, o nuevos comicios.
¿Alguien agradecerá algún día a esta colla sardanista trasnochada los desvelos que se está tomando para intentar mantener el suspense acerca del final de la película, cuando todos estamos ya al tanto del spoiler?
La mística de una legitimidad transmitida con el transcurrir de los siglos desde Guifré lo Pilós hasta Carles el Flequillo, es imposible de sostener con argumentos no digo jurídicos, sino mínimamente racionales. No hay legalidad que defender, no hay correlación de fuerzas que imponer, hay solo leyes fantasmales votadas por una mayoría mecánica en un parlamento también fantasmal. Ni sombra de un futuro, ni sombra tampoco siquiera de un presente viable, de un “ir tirando” a la espera de tiempos mejores.
Los diputados de JxCat, reunidos a la sombra de Puigdemont, juegan a la ficción de que el artículo 155 no existe, o de que no se aplica y ellos tienen la sartén por el mango. Otra ficción que les mueve, menos inocente, es la presunción de que el “país” les va a respaldar hagan lo que hagan.
Tiempo muerto. El reloj se ha detenido de nuevo, a falta de siete segundos para el final del partido.