martes, 29 de mayo de 2018

MOCIÓN DE CENSURA


Cabría esperar de los/las padres/madres de la patria alguna elevación de miras en relación con la moción de censura presentada por Pedro Sánchez, pero todos los indicios sugieren que no está ocurriendo así. La posición más extendida entre los/las próceres/as parece ser: “¿Y yo qué gano con eso?” La sentencia sobre la corrupción organizada del PP ha dejado impertérrita a la parroquia. El representante de Coalición Canaria ha venido a decir que mientras “lo suyo” funcione, lo demás le parece tortas y pan pintado. El veterano socialista extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, reconocido como el continuador más dedicado del arte de Cantinflas y de Chiquito de la Calzada, ha declarado sin descomponer el gesto que prefiere “un gobierno que robe a una España rota”. En parecido sentido se ha manifestado Susana Díaz, que ha pedido “cuidadito con quién nos juntamos”, obviando el hecho de que ahora mismo ella está arrejuntada con el mismísimo patio de Monipodio en plenario. El representante del PDeCAT advierte de que el voto de su formación va a tener un precio altísimo, lo cual, ya de por sí, indica un acomodo complaciente al nivel de corrupción realmente existente. Ciudadanos exige elecciones inmediatas para apoyar la moción, y el PNV que no las haya para lo mismo. Cada cual mira por su parcela. Por su campanario, en la gráfica expresión de José Luis López Bulla.
Si eso es lo que nos aguarda este jueves, apaga y vámonos. La prevención escrupulosa hacia los riesgos que pueda comportar lo nuevo no guarda proporción con esa querencia, al parecer irresistible, a retozar y rebozarse en el lodazal, que exhiben sin pudor los portavoces más conspicuos del gallinero. ¿Qué tiene que ver el desalojo del PP de su trinchera con la rotura de España? ¿Qué España sería esa, capaz de sobrevivir intacta solo inyectándose en vena grandes dosis de corrupción y tráfico de influencias?
Sería de agradecer un esfuerzo por parte de todos para diferenciar adecuadamente los dos (o más) problemas que a toda costa se quiere mezclar. No es de recibo consentir el saqueo organizado de la cosa pública con el argumento de que de ese modo se garantiza la unidad de la patria. No existe ninguna disyuntiva entre ambos objetivos, regeneración y unidad son perfectamente compatibles.
Tan solo se precisa una miaja de buena voluntad. Voluntad política, me refiero. Algo que no abunda precisamente en el cotarro.
Y nuestros próceres y próceras lo saben muy bien, mientras trompetean en tertulias y ruedas de prensa profetizando desgracias sin cuento si triunfa la moción.