(Crónica in situ de
nuestro enviado especial Ginés de Pasamonte)
─Nos hemos vuelto
todos locos.
Nos encontramos en
el restaurante Arahy, en la madrileña calle de Alcalá. Es jueves 31 de mayo. Hora,
las cuatro y unos minutos de la tarde. Quien ha pronunciado las anteriores
palabras, en voz baja y para sí mismo, es el aún presidente del Gobierno de
España. Delante del lugar que ocupa en la cabecera de una mesa larga de muchos
comensales, tiene un cortado y un dedalito de orujo helado, aún sin tocar.
Acaba de recibir la noticia de que Zinedine Zidane abandona el banquillo del
Real Madrid.
─Tengo que hablar
urgentemente con Florentino─ le dice a la vicepresidenta, sentada a su lado.
─Llámalo mañana, te
va a sobrar el tiempo.
─Mañana puede ser
tarde.
─Pues ahora mismo
nos están esperando en el Congreso, Mariano.
Esta tarde el
portavoz del PNV va a confirmar el apoyo decisivo de los votos de su formación
a la moción de censura que se está debatiendo. Luego hablarán Rivera e
Iglesias, y les contestará Pedro Sánchez. El presidente no puede tragar a
ninguno de los tres. Está dispuesto a escucharles como un sacrificio (uno más)
por el bien de España, hablando en términos generales. Pero no a hacerlo
precisamente hoy. No sin Zidane.
─Zoraida, yo no
voy, no tengo cuerpo para sentarme en el congreso a escuchar.
─¿Y qué vas a hacer,
entonces?
─Me quedo aquí tan
ricamente. ¿Verdad que no te importa?
─No. Ni falta que
haces.
La vicepresidenta lleva
años gestionando todos los marrones que le traspasa su superior jerárquico.
Incluso le hizo la suplencia en la campaña electoral.
─Cuídame el asiento,
Zoraida. Esos desaprensivos inexpertos y contumaces son capaces de sentarse si
lo ven vacío.
─Pondré el bolso.
─Buena idea.
Gracias una vez más.
─Que te zurzan.
La vicepresidenta
se levanta de la mesa, se echa al hombro su voluminoso bolso y sale a la acera,
donde espera el coche oficial. El aún presidente de la nación da un sorbito al
café, y tira de móvil.
─Floren, macho,
¿qué es eso que me cuentan?