jueves, 3 de mayo de 2018

FEMINISMO Y EMANCIPACIÓN


«El feminismo es, en la sociedad actual, el único factor de cambio, el único sujeto realmente emancipador que hay en la escena política y social.» Así empieza una columna de Josep Ramoneda en elpais de hoy, y con todo respeto digo que en mi opinión el maestro está marrando el tiro.
No es que yo intente negar la gran promesa emancipadora que sostiene el movimiento y la lucha feminista; es que la emancipación de la mujer supone en términos cuantitativos la solución de la mitad del problema. Y peor aún: si ese feminismo se reduce al desiderátum de una igualdad con el varón en aquello en lo que unos y otros pueden ser iguales desde su diversidad somática (en expectativas de ascenso social, en oportunidades de empleo, en retribución, en influencia), nos estaremos quedando a muchas millas del objetivo real de la emancipación a secas, a efectos de la cual el único género que importa es el género humano.
Justamente ayer Joan Coscubiela reflexionaba delante de Javier Aristu y de mí, metidos en la faena de entrevistarle y un tanto abrumados por su rapidez mental y su exuberancia de palabra; reflexionaba, digo, sobre la tendencia recurrente a proponer soluciones sencillas a problemas complejos que no las admiten.
Es lo que ocurre con el problema catalán, del que hablábamos justamente ─unos han tirado por la calle de en medio de la unilateralidad, otros han creído que bastaba con cerrar los ojos para que el conflicto desapareciera─, y también es lo que ocurre con el viejo problema ontológico de la emancipación; o de la humanización ─término que no supone ninguna redundancia, porque se han hecho esfuerzos muy considerables, a lo largo de la historia, para deshumanizar a los humanos, modificando su estatus primigenio (es decir, esclavizándolos de una manera u otra)─; o, en la tan repetida expresión de Carlos Marx, de la ascensión del reino de la necesidad al reino de la libertad. (En esta última connotación del término “libertad”, importa subrayar que es algo que debe aún ser conquistado, porque en este mundo degradado la libertad no se posee de inicio, a pesar de las afirmaciones reiteradas de la filosofía, ya que la deshumanización en curso de los seres humanos consiste precisamente en empujarles al reino de la necesidad. Recuerden el eslogan: No Hay Alternativa.)
Un ejemplo reciente puede aclarar un poco más estas reflexiones abstractas. Se ha alegado desde altos tribunales la falta de violencia y de intimidación en unas conductas dolosas que en último término negaban la libertad de otra persona concreta, y se ha refrendado la necesidad de lo ocurrido a través de la suposición de un consentimiento subyacente de la agredida a su sumisión forzada. Dicho de otro modo, se ha establecido como premisa de la sentencia la ficción de una libertad de opción que la víctima nunca tuvo. A esta aberración se le ha dado el nombre de justicia.
Pues bien. La lucha feminista es un ingrediente necesario para la emancipación del género humano, pero si se afirma que es el “único" sujeto emancipador, se cae en una mera declaración enfática. En una simplificación. No solo las mujeres, también los varones, estamos reivindicando, de distintas maneras que ni son intelectualmente despreciables ni merecen ser ignoradas u omitidas, los derechos inalienables a nuestra condición de humanos. Entre ellos, muy en particular, el derecho a decidir sobre todo lo que nos atañe (en primer lugar, sobre nuestro trabajo heterodirigido y la forma de llevarlo a cabo) y expresarnos sobre ello en libertad y en igualdad de condiciones para todas/todos.