martes, 22 de mayo de 2018

LAS OTRAS CATALUÑAS


Lo pregunta José Luis López Bulla en su bitácora de referencia: ¿Cuántas Cataluñas hay? (1)
Suscribo ce por be toda su reflexión. Primero fue el “Catalunya, un sol poble”, eslogan engañoso porque asumía que catalán era la persona que vivía y trabajaba en Cataluña y votaba a Jordi Pujol; condición inexcusable esta última, junto a las otras dos previas, para aspirar a la plenitud de la herencia feliz que nos habría dejado el comte Guifré con las cuatro barras de sangre de su escudo.
Ahora predomina la idea de “dos” Cataluñas confrontadas, seguramente como consecuencia «de la tradición binaria de Occidente, que perezosamente se encoge de hombros ante la complejidad de las sociedades», dice el maestro.
Se abre paso sin embargo, trabajosamente, la idea de una tercera Cataluña no adscrita a ninguna de las dos opciones anteriores: la de los “equidistantes”, sobre los que ambos bandos arrojan la sospecha de la traición. Diré al respecto que sobra el “equi”, que nos encontramos simplemente “distantes” de la tremolina que pretende reducir a un máximo común divisor toda la rosa de los vientos de una diversidad secular: la Catalunya urbana y la rural, la de la costa y la del interior, la de regadío y la de secano, la empresarial y la trabajadora, la autóctona y la de la migración, la institucional y la movimientista, la del Noi del Sucre y la de los hermanos Badía…
Etcétera, etcétera. Hay muchas, infinitas Cataluñas, pero muchas de ellas han sido ocultadas a conveniencia por la propaganda oficial (¿Un sol poble? ¿De qué?). Hay muchas historias de Cataluña, también, y existe entre las elites una compulsión precipitada a empujar al rincón de los pasos perdidos la historia de las clases subalternas, las que proporcionaron toda la energía eléctrica necesaria para iluminar de forma adecuada el escaparate brillante de una historia oficial inventada en buena parte, o por mejor decir fabulada.
España, sin embargo, tiene que ver muy poco en todo esto. La historia de España, vista por ejemplo desde la pinturilla con la que Albert Rivera disfraza una óptica antañona y desfasada, apenas presenta puntos de conexión con cualquiera de las Cataluñas realmente existentes. Es la historia de una unidad desencarnada, de una España ideal que arrastra como grilletes en los pies múltiples y diferentes Antiespañas dedicadas a lo largo de los siglos únicamente a joder la marrana: moros, judíos, masones, comunistas, librepensadores, herejes, heterodoxos, terroristas,… y también catalanes.
Así estamos hoy en presencia los separatistas, los separadores y ese tercer gran grupo, el de los simplemente distantes. Entre los tres no agotamos todas las facetas, todas las posibilidades de una Cataluña y una España como las querríamos.
Mala suerte.