domingo, 9 de septiembre de 2018

ALARDES EN HONDARRIBIA


La prensa informa de que la compañía mixta Jaizkibel ha vuelto a desfilar este sábado por las calles de Hondarribia, en el Alarde celebrado en conmemoración y agradecimiento por la ayuda que la Virgen de Guadalupe prestó a los defensores hondarribiarras en el sitio de las tropas francesas, en setiembre de 1638.
Se trata de una tradición secular, pero de una tradición que hasta hace muy poco ha sido exclusiva de los varones. Las mujeres, según el veredicto de usos y costumbres arraigados, únicamente podían participar en el Alarde vestidas de cantineras, nunca con uniformes militares convencionales y armadas con espadines o mosquetones de guardarropía. En consecuencia la compañía mixta ha sido recibida, igual que en años anteriores, con pitos, plásticos negros y pancartas con la inscripción “Betiko Alardea”, Alarde tradicional.
Nadie ha pedido su autorizada opinión a la Virgen de Guadalupe en este pleito. La Virgen no ha señalado hasta el momento su posición con un milagro inequívoco que entraría cómodamente en el radio de sus atribuciones sobrenaturales (un rayo exterminador caído del cielo sobre la Jaizkibel; o, sensu contrario, una lluvia de pétalos de rosa sobre los tambores, los espadines y los brocados dorados de los galones femeninos). Ambos bandos en disputa han de conformarse con meras suposiciones más o menos infundadas, si bien es seguro que las expresan con un énfasis notable: “Si la Virgen de Guadalupe levantara la cabeza…”, etc. Unos dirán que le habría agradado el desfile de las devotas uniformadas; otros, que Ella abominaría de la novedad.
Ha habido tensión en las calles, es cierto, pero en un clima de civilidad loable. En Belfast (Irlanda del Norte), y no hace tantos años, en ocasión de una tradición bélica parecida que llevaba a los protestantes a cruzar con alarde y jactancia el corazón de los barrios católicos de la ciudad, había barricadas, forcejeos, pedradas, crismas partidas, contusiones varias, y en ocasiones incluso muertos por armas de fuego. Nada parecido ocurre en Hondarribia. Puede que en el fondo oscuro de la conciencia de los cavernícolas exista, más allá de la exasperación natural, un fondo de admiración inexpresada por esas machorras que, puestas a hacer Alarde de lo que sea, no se resignan a asumir sin más el papel marginal de cantineras.