Ayer ocurrió una
coincidencia de importancia mínima, pero curiosa. Después de redactado mi post
sobre el discurso de Quim Torra, y antes de colgarlo en el blog, eché un
vistazo a la bitácora de López Bulla. Ocurre que muchas veces hablamos los dos
de las mismas cosas y con una intención parecida, y me consta que un buen
puñado de lectores ha tomado por costumbre leernos en tándem: primero
él y luego yo, como está mandado.
De modo que miré.
José Luis no había colgado nada aún. Vía libre. Coloqué mi entrada, hice los
acostumbrados ajustes y pequeñas rectificaciones de estilo, cliqué, repasé
someramente cómo había quedado, y volví a entrar en “Metiendo bulla” por si
acaso. Pues bien, ahí estaba el flamante post del día, con valoraciones de la
conferencia Torra sustancialmente iguales a la mía, y con una escapada más
allá, hacia los futuribles, incluida una valoración preliminar de las posibilidades
de negociación de un nuevo Estatut para Cataluña.
Resulta de todo
ello que los dos redactamos a la misma hora el mismo tipo de entrada, y
colgamos nuestro débito diario en el reducido espacio de los mismos cinco
minutos. Habría sido un récord de sintonía a distancia de no ser porque ni él
ni yo tenemos ningún empeño en sintonizar; por mi parte, bien al contrario, si
hablamos de la misma cuestión me esfuerzo por ofrecer algún aporte inédito, para
no caer en una repetición rutinaria de los mismos argumentos.
Me gustaría comentar
en algún momento la jugosa perspectiva anunciada por José Luis acerca de la posibilidad de negociar otro
Estatut para Cataluña, de modo que tengamos de una vez uno nuevo, completo e
inamovible; pero solo lo haré si se da el caso de que la iniciativa, aún demasiado
inconcreta, empieza a adquirir cuerpo y a mostrar perfiles de una mayor solidez.
Por el momento, voy
a limitarme a saludar la última declaración estupenda de Quim Torra, que dice
estar dispuesto a llegar «tan lejos como Puigdemont».
Constato de entrada
la contención dialéctica del president vicario, que no ha dicho estar dispuesto a llegar “más”
lejos, sino únicamente “tan” lejos. Se trata, en consecuencia, de un ejercicio
de audacia ponderada. Nada de tirarse al monte de los trabucaires, tan solo
repasar los caminos ya hollados una vez.
Lo cual puede significar
una de dos cosas: la primera, que no se le caerán los anillos por hacer una
segunda declaración unilateral de independencia en plan “tocata y fuga de
Lolita”, como hizo su predecesor. La segunda, que está buscando piso para
instalarse también en Waterloo.