martes, 25 de septiembre de 2018

UN MOSAICO Y UN RINCÓN


(Viaje a Eslovenia)

Desde el aeropuerto de Zagreb nuestros autobuses tomaron la dirección norte y entraron en el ángulo nordeste de Eslovenia, en dirección a Maribor.
Maribor
Es la capital de la región de Estiria, en los Prealpes, una tierra productora de vino y de manzanas. La riega el río Drava, cruzado por varios puentes. Nudo de comunicaciones, tanto por carretera como ferroviarias. Una capital regional austríaca, Graz, queda a poco más de 50 km, al norte. De hecho, a finales del siglo XIX también Maribor fue una ciudad austríaca; se llamaba Marburg an der Drau, y tenía un 80% de población germánica y un 20% de eslavos del sur (eslovenos). La proporción se invirtió al final de la primera Gran guerra. Con el Anschluss de Hitler la ciudad fue devorada de nuevo por la Gran Alemania, y después de 1945 la población germánica que aún quedaba en ella optó por emigrar.
La ciudad cambió en su composición humana, pero la piel siguió siendo la misma. Desde la orilla izquierda del río, que bordea la antigua muralla, el terreno asciende por una colina en la que se asientan, en escalones sucesivos, la plaza, la catedral y el castillo, hoy museo. Más arriba quedan el parque y el lugar encantador de los Tres Lagos, donde comimos.
Los edificios, los monumentos y las calles del centro histórico se conservan bien y muestran, si no opulencia, un aire de prosperidad. La guía nos contó que aquí la última crisis global ha repercutido de forma muy grave. Varias industrias cerraron las puertas; el desempleo es alto. “Pero la gente de Maribor conserva intacto su orgullo”, añadió. Signifique ello lo que signifique.
Un mosaico
Maribor ejemplifica la situación particular de Eslovenia. Participa del mundo alpino; se sitúa en el extremo occidental de Panonia, la gran llanura que se extiende por la Vojvodina y la puzsta húngara, avenada por el Danubio y sus afluentes; y tiene comunicación fácil tanto con Liubliana como con Zagreb. En apenas veinte mil kilómetros cuadrados (Cataluña tiene 32.000) y con solo dos millones de habitantes (7 mill. en Cat), Eslovenia “toca” los Alpes por el norte, el Mediterráneo por el sur, y se abre al conglomerado de los Balcanes por el sudeste. Es un mosaico singular y muy atractivo de paisajes y de culturas.
Un rincón
La posición geoestratégica en relación con Europa también es peculiar, encajada como está entre el Norte y el Sur, en el eje vertical, y entre el Este y el Occidente en el horizontal. Tiene fronteras con Italia, Austria, Hungría y Croacia. Una situación ambivalente. Se puede argumentar que forma parte de todo, pero también que no forma parte de nada, que es un mero y simple rincón de Europa, a trasmano de las grandes líneas de comunicación europeas y de los ejes fluviales de la zona: el Rin y el Danubio. Budapest queda a 462 km de Liubliana; Viena a 375; Milán a 495; Munich a 408; Praga a 649. Son distancias asequibles, pero nada de todo ello queda “de paso”, las barreras naturales son considerables. El aeropuerto de Liubliana cubre solo algunos vuelos internacionales, y se estudia reservarlo en exclusiva al tráfico de mercancías. A todos los efectos, la “puerta grande” de entrada al rincón esloveno es la autopista de 134 km entre Zagreb y Liubliana.
En Radovljica vi colgado de una pared un mapa sucinto del paso del Camino de Santiago por territorio esloveno, en época medieval. El esquema era el mismo de hoy: la ruta jacobea llegaba a Liubliana desde Zagreb, y allí se bifurcaba en dos ramales: el principal bajaba a Trieste (Trst en esloveno) para continuar por el norte de Italia, y el secundario iba a Bled y cruzaba luego los pasos de los Alpes, por Tarvisio hacia Venecia y Verona, o por el Wurzenpass en dirección a Villach.
Los caminos de salida son problemáticos; no así el eje Zagreb-Liubliana, que transcurre por un terreno no exactamente llano, pero sí rápido y cómodo.
Ahí, sin embargo, se presenta un inconveniente de otro tipo: el aborrecimiento de los eslovenos hacia sus vecinos croatas solo es comparable con el recíproco de los croatas hacia los eslovenos.
Uno estaría tentado de decir que se trata de dos naciones “condenadas a entenderse”, a la larga. La historia nos cuenta una historia diferente: Eslovenia y Croacia solo se han sentido enteramente satisfechas cuando han establecido una frontera entre ambas.