(chucherías del espíritu)
Sigue cantando a
los setenta y cuatro tacos y después de superar un cáncer linfático. Cuenta
ella misma que estuvo convencida de que le había llegado la hora, y que lo sintió
solo por su hijo.
En el vídeo de su
última canción compruebo que sigue siendo tan bella ─ una belleza íntima, pensativa,
introvertida ─ como siempre. La canción se titula Personne d’autre, “nadie más”. Los tiempos han cambiado, y
Françoise Hardy no canta ahora al amor, sino a la muerte: «Una señal como una llamada, una tonada intemporal, nadie más que
tú para escucharla.» La última frase de la canción expresa sometimiento, resignación: «Bajo
los brazos, desolada.»
Fue en los sesenta,
los años más felices de la historia de la humanidad si hemos de creer a los
historiadores (pero en España los vivimos bajo una dictadura), cuando
aprendimos de ella la expresión “copine”, y ella fue nuestra copine de
referencia, casi la única posible.
Siempre muy seria
bajo su melena lacia y larguísima, y sin embargo acogedora, amigable; ejercía
habitualmente de virgen severa, pero también en un momento dado era capaz de entregarse
entera, “par amour”. Durante un
tiempo limitado, es claro, porque la vida pasa deprisa y “l’amour s’en va”.
No era esa canción precisamente
la que me daba escalofríos, por más que la doctrina oficial de la santa madre
omnipresente, para nosotros los jóvenes, era que el amor es algo para siempre,
como una vajilla de Duralex; y el primer deber que nos imponían las muchachas
en flor si pretendíamos su amistad inocente era que querían vernos en misa. En
las primeras filas y de rodillas, preferentemente.
La canción de
Françoise que me impresionó en especial entonces fue J’suis d’accord, “estoy de acuerdo”. La letra era sencillamente
terrible: «Estoy de acuerdo en que juntos somos felices / Estoy de acuerdo en
que los dos nos esforzamos tanto como podemos en ser mejores / Esto quizá puede
durar aún uno o dos meses más / Siempre que no me pidas que vaya a tu casa.»
Nuestra educación
sentimental nos dejaba muy pocas salidas, cuando Françoise Hardy y yo fuimos
jóvenes.