viernes, 7 de septiembre de 2018

MICROBIOS INEVITABLES


(Chucherías del espíritu)

Un viaje aéreo representa una probabilidad alta de riesgo a sufrir gripes o resfriados, según alerta una revista médica titulada BioMed Central Infectious Diseases, a partir de estudios sistemáticos llevados a cabo en el aeropuerto de Helsinki. Lo más llamativo del informe es la inviabilidad práctica de una profilaxis personal preventiva. Los microbios se concentran en particular en las bandejas en las que el viajero coloca sus pertenencias para pasar los controles obligatorios de seguridad, y, dentro del avión, en la bandejita individual extensible delante de cada asiento, en la que se colocan las comidas y bebidas a bordo. Cualquier otro lugar u objeto está comparativamente más limpio de gérmenes, por lo menos en el aeropuerto de Helsinki y en las aeronaves analizadas allí.
Se ha pensado en poner líquidos desinfectantes a disposición del personal en tránsito, detrás de los controles de seguridad. La única otra medida que parecería eficaz, dada la necesidad que todas las personas provistas de tarjeta de embarque tienen de circular por el pasillo altamente contaminado que finaliza en el túnel de los rayos X, sería la provisión de guantes de caucho esterilizados y mascarillas tapabocas.
No me extrañaría que, si se tomaran ambas medidas, los objetos más contaminados del entorno pasaran a ser los pulsadores de las botellas de líquido desinfectante y los dispensadores de guantes, de mascarillas y de toallitas para las manos.
Al microbio hay que reconocerle esa capacidad. Su inteligencia es muy limitada, pero está dotado por naturaleza de una propensión genial a acumularse en los lugares y los objetos en los que el roce humano es más continuo y más promiscuo. Puesto que los humanos somos el vector principal de la difusión del microbio, y el microbio mismo inventa mil ocasiones para pegarse íntimamente a nuestra piel y a nuestra ropa, parece ilusorio el objetivo de aislarnos eficazmente de su potencial patógeno.
Vivimos en un mundo contaminado y contaminante, esa es la dura realidad. Podemos mejorar con algunas precauciones elementales nuestro nivel de exposición al riesgo, pero no aislarnos por entero de la suciedad ambiente. El multimillonario americano Howard Hughes lo intentó de veras: padecía un trastorno obsesivo-compulsivo y se recluyó en una especie de vida eremítica que lo apartó de toda compañía humana, incluso de la de sus mujeres, tanto la legal (Jean Peters) como las compañeras de pago (se habla de algunas de las actrices más glamurosas de Hollywood), hartas, imagino, de jabonarse repetidamente de pies a cabeza antes y después de la performance consistente en entrar en contacto directo con su persona corpórea.
Cualquiera puede calcular que fue peor el remedio que el microbio en sí.