Es paradigmático de
nuestra época que un hombre como Albert Rivera, que jamás ha incurrido en la
funesta manía de pensar y se metió en la política con la sana intención de no
dar un palo al agua el resto de su vida, vaya acusando a otros de plagiar las
tesis académicas que presentaron en su día. A Albert le escriben otros sus
discursos y se equivoca él al pronunciarlos, pero de pronto lo escandalizan las
cosas que se hacen en el mundo ignoto para él de los masters del universo.
De pronto. No le
ocurrió con Cifuentes ni ha tomado ninguna posición respecto de Casado, pero se
despertó sobresaltado con Montón y ahora le ha entrado el prurito con Pedro
Sánchez, el hombre que le desbancó de la condición de favorito a protagonizar
un “cambio sensato”, o dicho sea con plagio descarado de Lampedusa, a cambiarlo
todo para que nada cambie.
Rivera se afana en
resolver el problema catalán cortando lazos amarillos, y ambiciona acabar con
la corrupción en España poniéndole la proa a la tesis doctoral de Sánchez. No
puede decirse que brille por la ambición y la calidad de diseño de sus expectativas,
ni que sus proyectos incorporen un largo recorrido. Solo atiende a los sondeos
para comicios inmediatos, más allá no hay nada; en términos ferroviarios, se
trata de un político de rodalies, que
para en todas las estaciones y apeaderos y acumula retrasos en el horario. Exigir
de otros la originalidad de que se carece hasta extremos tan penosos, es
sencillamente risible.
De otra parte, puede
que la originalidad en los textos universitarios esté sobrevalorada. En cualquier
caso, se trata de una cualidad rara. Lo normal es que cada doctorando se remita
en su trabajo a una bibliografía copiosa y espigue en ella para destacar con
especial insistencia a las autoridades favoritas de su director de tesis y/o
del presidente del tribunal académico que ha de valorarlo. Una cosa es gestionar
un “cum laude” siguiendo las pistas marcadas anteriormente por docenas de
generaciones de meninges universitarias exprimidas, y otra, muy distinta, sacar
premio por la patilla en la lotería a ciegas de la URJC. Para Rivera y ABC todo
es uno y lo mismo. Y no.
Tampoco la
originalidad y el do it yourself son
siempre objeto de alabanzas. Leo un caso significativo en la prensa del día:
Nancy Crampton-Brophy escribió un libro titulado Cómo matar a tu marido, y ahora ha sido oficialmente acusada de
matar a su marido.