domingo, 24 de marzo de 2019

IR O NO IR AL MUSEO


Los responsables del Museo del Prado están inquietos por la función que cumple la institución “entre las referencias de los españoles”.

Es lógico que la cuestión les preocupe. Si nos situamos en la perspectiva de la Gran Derecha Una y Trina, el Prado tiene poco que hacer delante de otros hitos de la españolidad tales como el Valle de los Caídos, la Semana Santa sevillana, los Sanfermines, los bares de copas, la cacería como institución social y la violación grupal como honesto esparcimiento de fin de semana.

Desde la perspectiva de la izquierda plural, en cambio, el Museo se sitúa apenas un escalón por debajo de la Academia en la lista de las instituciones putrefactas.

Uno se pregunta entonces quién va al Museo, aparte de los adictos que atendemos a las solicitaciones estéticas además de las otras, que son las que mueven el mundo.

La respuesta está pormenorizada en una encuesta encargada por el Prado al Instituto Sondea. La cosa, en resumen, no está tan mal como podría parecer. Un 37,5% de los encuestados no ha visitado nunca el Prado, y un 16% dice además que el tema no le interesa. Eso deja unas cifras sustanciosas de personas a las que sí interesa el Prado (84%), y que sí han ido a verlo alguna vez (62,5%).

Otros porcentajes son menos satisfactorios: solo un 5,7% de los preguntados lo ha visitado el último año, y un 17,3% lleva más de diez años sin visitarlo. De todos modos el significado de las cifras varía si la pregunta se ha hecho exclusivamente a madrileños, o a personas que habitan en otros puntos de la geografía española. Esta es una cuestión interesante, y en los datos que proporciona el periódico no se hace mención a ella. El Prado no es el único museo de arte de España (la única “referencia”, por decirlo con el lenguaje de la encuesta); florecen otros museos muy dignos en otros puntos de la periferia. Es seguro, sin embargo, que la ciudadanía de la capitalidad tiene la sensación aguda de que todo aquello que no se encuentra en el perímetro urbano de la Villa y Corte no vale la pena verlo (opinión expresada aforísticamente en el hashtag “De Madrid al cielo”).

Si la misma pregunta se hiciera en relación con el estadio Santiago Bernabeu, nos encontraríamos con el mismo problema. Un dogmatismo madrileñista bastante discutible exige que, si uno quiere saborear un cocido vaya a Lhardy, si quiere pintura al Prado, y si quiere fútbol al Bernabeu. En los tres casos es posible encontrar referencias alternativas, no únicamente en Madrid, que también, sino a lo ancho de la geografía; pero esas alternativas son consideradas en general por los puristas como estadísticamente despreciables.

Sigamos con la encuesta. Resulta que, puestos a ir al Prado, lo que los visitantes desean ver es, ante todo, las Meninas de Velázquez, la Maja desnuda de Goya, Los fusilamientos del mismo, y el Jardín de las Delicias del Bosco. Las preferencias son sintomáticas. Con Velázquez el visitante opta por el Prestigio; con el Tres de Mayo, por la Raza indomable; con la Maja y el Jardín, por el Cachondeo travestido de arte.

Hace algún tiempo, el propio Museo lanzó una Guía audiovisual para promover una visita al Prado para gente apresurada, a través de quince obras que se pueden ver en un lapso de una hora. En Estados Unidos llaman a eso un Digest. Dediqué al asunto uno de estos posts peregrinos (1). Lo concluí con una frase que tal vez, de haber sido incluida en la encuesta del Instituto Sondea, habría sido respaldada por menos incluso de ese 5,7% de visitantes que han pasado por el Prado en el último año. Era esta: «Al Prado siempre hay que volver.»