Ayer, día de la
mujer trabajadora, la CEOE demostró cuánto le desvela la preocupación por la
situación de desigualdad de género desgraciadamente existente, y hasta qué
punto se está esforzando en superarla.
Lo ha hecho a
través de la presentación de un folleto lujosamente editado, que recoge las
conclusiones de un estudio encargado por nuestra entrañable patronal a la
consultora PWC.
Un inciso, para
evitarnos malos entendidos a todos: las siglas PWC no significan “Para el wáter
closet”, como cualquier lector desprevenido y apresurado podría deducir del
tenor de la tal publicación. Quieren decir Price Waterhouse Coopers, signifique
ello lo que signifique. Si llega usted a la conclusión de que los dos
significantes resumidos en las siglas confluyen en un único significado, la
responsabilidad será enteramente suya, no mía. Yo me limito a escribir derecho
con renglones derechos, y allá cuidados.
Pues bien, PWC trata
para CEOE la brecha salarial como podría hacerlo con la lluvia en Sevilla. Es
decir, como una realidad que no depende de la forma en que unos empresarios
concretos están remunerando la aportación laboral de un concreto colectivo amplio
de mujeres (y correlativamente, de varones), sino de unos entresijos enteramente
debidos a causas ajenas a la voluntad abiertamente feminista de la institución,
y que conviene estudiar a fondo para averiguar a qué recóndita conjunción de
fenómenos imprevisibles responden.
PWC empieza por
maquillar y relativizar los datos en bruto de la situación (1). De semejante
tipo de análisis extrae las conclusiones que era de esperar. O sea, más o
menos: a) otros están peor, b) la situación mejora aceleradamente, y c) no es
de recibo echar a los patronos culpas que son atribuibles a las propias
mujeres.
Como la maternidad,
por dios, ¿no habían caído ustedes en la cuenta?
(Sin embargo, y esta
cuestión la omite con elegancia PWC, la situación laboral de las mujeres es,
sin duda metódica ninguna, la responsable de que las cifras de natalidad en
España se sitúen entre las más bajas del mundo mundial. No es, para decirlo
claro, que los deberes maternales aparten a las españolas del mercado de
trabajo, sino que las exigencias del mercado de trabajo ─ la precariedad, la
incertidumbre, la carestía y la pobreza ─ están interponiendo un freno taxativo
a la tasa de reproducción que sería normal y deseable en nuestra sociedad.)
Hay evidentemente otras
causas que explican la brecha, aunque poco, la verdad. El informe las agrupa
como «rasgos psicológicos y habilidades no cognitivas». He rebuscado en las
páginas a todo color del informe alguna base documental para tales
afirmaciones. No consta en ninguna parte de dónde salen, si excluimos la
remisión genérica a “distintos estudios”.
Según tales distintos
estudios, «los hombres parecen contar con una mayor propensión a asumir riesgos
y a negociar y a competir.»
¿Una propensión
genérica, y no estrictamente individual? No hay dios que se lo crea, y tampoco
PWC, porque inmediatamente después de soltarla se retrae diciendo que este factor
es poco significativo.
Digámoslo claro.
Hay muchas mujeres muy dispuestas a asumir riesgos, a negociar y a competir; y
hay muchas otras, que menos. Con los varones sucede lo mismo. Una división por
géneros del trabajo social bajo esas premisas no está justificada en los
tiempos modernos. Sí era válida, en cambio, cuando se trataba de cazar mamuts y
las personas menos musculadas, por propensas que fueran a correr riesgos, se
quedaban en la cueva dedicadas a mantener el fuego, a atender a la chiquillería
y a tejer prendas de abrigo ensamblando pieles de animales.
Todo lo cual no
tiene nada que ver con la actual brecha salarial, porque la brecha se produce
en la remuneración del mismo trabajo,
según lo desempeñe un varón o una mujer.
Pero escuchen aún otra
cosa, y con esto acabo por hoy: si tal “rasgo psicológico y habilidad no
cognitiva” existiera realmente, toda la plana mayor de nuestra gran patronal
debería estar comandada por mujeres. Puesto que nuestros empresarios son
enteramente alérgicos al riesgo, sienten una aversión profunda a negociar con su
contraparte, y prefieren con mucho parasitar las cuentas públicas antes que
competir en un mercado realmente abierto.
Son extremos tan
interesantes de la psicología empresarial que me propongo dedicarles en fecha
próxima otro post.
(1) Encontrarán esta
información “en bruto”, expuesta de forma objetiva y ponderada, en una entrada
del blog de Antonio Baylos, a quien algún día habrá que agradecer de forma
explícita e institucional su esfuerzo por poner al alcance de todo el mundo del
trabajo los datos, los conceptos y las herramientas necesarios para el cambio estructural
sustancial que deseamos y que necesitamos: http://baylos.blogspot.com/2019/03/el-trabajo-remunerado-de-las-mujeres-en.html