sábado, 9 de marzo de 2019

BRECHA SALARIAL


Ayer, día de la mujer trabajadora, la CEOE demostró cuánto le desvela la preocupación por la situación de desigualdad de género desgraciadamente existente, y hasta qué punto se está esforzando en superarla.

Lo ha hecho a través de la presentación de un folleto lujosamente editado, que recoge las conclusiones de un estudio encargado por nuestra entrañable patronal a la consultora PWC.

Un inciso, para evitarnos malos entendidos a todos: las siglas PWC no significan “Para el wáter closet”, como cualquier lector desprevenido y apresurado podría deducir del tenor de la tal publicación. Quieren decir Price Waterhouse Coopers, signifique ello lo que signifique. Si llega usted a la conclusión de que los dos significantes resumidos en las siglas confluyen en un único significado, la responsabilidad será enteramente suya, no mía. Yo me limito a escribir derecho con renglones derechos, y allá cuidados.

Pues bien, PWC trata para CEOE la brecha salarial como podría hacerlo con la lluvia en Sevilla. Es decir, como una realidad que no depende de la forma en que unos empresarios concretos están remunerando la aportación laboral de un concreto colectivo amplio de mujeres (y correlativamente, de varones), sino de unos entresijos enteramente debidos a causas ajenas a la voluntad abiertamente feminista de la institución, y que conviene estudiar a fondo para averiguar a qué recóndita conjunción de fenómenos imprevisibles responden.

PWC empieza por maquillar y relativizar los datos en bruto de la situación (1). De semejante tipo de análisis extrae las conclusiones que era de esperar. O sea, más o menos: a) otros están peor, b) la situación mejora aceleradamente, y c) no es de recibo echar a los patronos culpas que son atribuibles a las propias mujeres.

Como la maternidad, por dios, ¿no habían caído ustedes en la cuenta?

(Sin embargo, y esta cuestión la omite con elegancia PWC, la situación laboral de las mujeres es, sin duda metódica ninguna, la responsable de que las cifras de natalidad en España se sitúen entre las más bajas del mundo mundial. No es, para decirlo claro, que los deberes maternales aparten a las españolas del mercado de trabajo, sino que las exigencias del mercado de trabajo ─ la precariedad, la incertidumbre, la carestía y la pobreza ─ están interponiendo un freno taxativo a la tasa de reproducción que sería normal y deseable en nuestra sociedad.)

Hay evidentemente otras causas que explican la brecha, aunque poco, la verdad. El informe las agrupa como «rasgos psicológicos y habilidades no cognitivas». He rebuscado en las páginas a todo color del informe alguna base documental para tales afirmaciones. No consta en ninguna parte de dónde salen, si excluimos la remisión genérica a “distintos estudios”.

Según tales distintos estudios, «los hombres parecen contar con una mayor propensión a asumir riesgos y a negociar y a competir.»

¿Una propensión genérica, y no estrictamente individual? No hay dios que se lo crea, y tampoco PWC, porque inmediatamente después de soltarla se retrae diciendo que este factor es poco significativo.

Digámoslo claro. Hay muchas mujeres muy dispuestas a asumir riesgos, a negociar y a competir; y hay muchas otras, que menos. Con los varones sucede lo mismo. Una división por géneros del trabajo social bajo esas premisas no está justificada en los tiempos modernos. Sí era válida, en cambio, cuando se trataba de cazar mamuts y las personas menos musculadas, por propensas que fueran a correr riesgos, se quedaban en la cueva dedicadas a mantener el fuego, a atender a la chiquillería y a tejer prendas de abrigo ensamblando pieles de animales.

Todo lo cual no tiene nada que ver con la actual brecha salarial, porque la brecha se produce en la remuneración del mismo trabajo, según lo desempeñe un varón o una mujer.

Pero escuchen aún otra cosa, y con esto acabo por hoy: si tal “rasgo psicológico y habilidad no cognitiva” existiera realmente, toda la plana mayor de nuestra gran patronal debería estar comandada por mujeres. Puesto que nuestros empresarios son enteramente alérgicos al riesgo, sienten una aversión profunda a negociar con su contraparte, y prefieren con mucho parasitar las cuentas públicas antes que competir en un mercado realmente abierto.

Son extremos tan interesantes de la psicología empresarial que me propongo dedicarles en fecha próxima otro post.


(1) Encontrarán esta información “en bruto”, expuesta de forma objetiva y ponderada, en una entrada del blog de Antonio Baylos, a quien algún día habrá que agradecer de forma explícita e institucional su esfuerzo por poner al alcance de todo el mundo del trabajo los datos, los conceptos y las herramientas necesarios para el cambio estructural sustancial que deseamos y que necesitamos: http://baylos.blogspot.com/2019/03/el-trabajo-remunerado-de-las-mujeres-en.html