viernes, 29 de marzo de 2019

LA CONCIENCIA CLARA AUNQUE OCULTA DE ESTAR AL CABO DE LA CALLE


La cita del titulillo pertenece a Lluís Bassets, en un impresionante artículo de opinión en elpais (“El imposible duelo independentista”). Digo impresionante, porque hurga a fondo en la situación imposible e insoportable de la plataforma independentista catalana a día de hoy.

Están los políticos, presos o no, imputados o no, que no merecen ni compasión ni siquiera miramiento. Unos desde la prisión preventiva, otros desde un exilio dorado en el que siguen sintiéndose (falsamente) importantes, y los últimos al frente de la maquinaria herrumbrosa de unas instituciones desprestigiadas día a día por los mismos que las encabezan, siguen empeñados en la mentira oficial, y su única estrategia anunciada ante un futuro negro azabache consiste en el bloqueo de la política española a través de sus cuotas de representación institucional.

Los políticos, con su pan se lo comerán. Han mentido a sabiendas. Sus seguidores fieles, después de tantos ejercicios vistosos de reivindicación masiva de lo imposible, y de tanta presión falsamente pacífica y deliberadamente cruel en el terreno delicado de la sociedad, de la vecindad, de la escuela, señalando públicamente a los “traidores” y dificultándoles la vida a la que todos tenemos el mismo derecho, van a verse finalmente ante un espejo al que es imposible mentir.

Esto ha llegado ya al cabo de la calle.

No hay más derecho a decidir que el que todos ejercemos todos los días. Lo que ahora se nos propone es el derecho a “no” decidir, a mantener de forma indefinida la pelota en el alero, dada la conciencia inequívoca de dónde iría a caer en el momento fatal en el que cayere. A eso lo llaman algunos “resiliencia”.

La última mentira oficialista es que se sabía desde el principio que esto iba a ser duro, y largo, y heroico; que debíamos tener fortaleza y entereza de ánimo, y prepararnos a una lucha comparable con el anti-apartheid de Sudáfrica o con la epopeya no violenta de Gandhi contra el imperio británico.

Nadie dijo en su momento nada parecido. El discurso oficial transcurrió por carriles muy distintos: la independencia low cost, la república de la abundancia, el beneplácito de las potencias europeas, el incremento súbito de las pensiones… Invocar ahora la “resiliencia” secular del pueblo catalán es, una vez más, hacer volar palomas.

Mientras tanto, el desgobierno y el malgobierno crecen hasta extremos inéditos; y si los tribunales no encuentran otros indicios del delito de malversación, lo que está haciendo TV3 ─una televisión pública, pagada con el dinero de todos los contribuyentes─ justifica de sobras la figura penal.

Y la escena pública empieza a verse invadida por estafermos patéticos como el cómico Toni Albà o como el letrado Jaume (antes Jaime) Alonso-Cuevillas, defensor de Puigdemont que, entrevistado en Públic por Marià de Delàs (sin comentarios), se atreve a afirmar: «El judici el perdrem, però la República la guanyarem.» Sobre el personaje Alonso-Cuevillas, conviene leer la semblanza que hace de él el abogado Josep M. Loperena (1).

En Cataluña hemos llegado con siglo y medio de retraso a la Corte de los Milagros.