Lo dice un estudio
reciente nada menos que del Banco de España, entidad por encima de cualquier
sospecha de ser una covachuela infestada de podemitas. El BdE se suma en este
sentido a las críticas lanzadas desde la Organización Internacional del Trabajo
(OIT). En síntesis, la recuperación económica mundial después de la Gran Crisis
Global se está produciendo sobre las espaldas del pluriverso de las y los trabajadoras/es.
Y en España en particular, más aún.
Se está dando en
todas partes un deterioro considerable en la calidad de la oferta de trabajo, pero
dentro de este panorama España se sitúa en la cola de las estadísticas. Sobre
un panel de 18 países europeos, señala la OIT, el nuestro es el que tiene una
proporción mayor de contratos temporales por un tiempo igual o menor a los seis
meses.
En concreto, en
torno al 60% de los contratos temporales fueron de duración corta o cortísima
en el año 2017. Comenta la agencia de las Naciones Unidas que «la
prevalencia de contratos temporales de corta duración puede exacerbar la
sensación de inseguridad de los trabajadores, aumentando la volatilidad de sus
ingresos y frustrando sus carreras profesionales. La evidencia sugiere que la
tasa de pobreza crece cuanto menor es la duración del contrato.»
Y no es solo la OIT, como decía más arriba; ahora el BdE se
suma a la alerta. La puerta al mercado de trabajo en España, dice el estudio
publicado por la entidad, se produce muy mayoritariamente a través de un empleo
temporal (en torno al 85% de los primeros empleos). Las “reformas” laborales se
plantearon con la intención explícita de potenciar el salto desde el empleo temporal al fijo,
al hacer este más “atractivo” para el empleador facilitando y abaratando el
despido (!). El tiempo transcurrido dentro del nuevo marco legislativo revela que la esperada conversión de empleo
temporal en fijo solo se está produciendo en una proporción pírrica: 8% en
2017, que sin embargo mejora algo la cifra del 6% del año anterior. Las cifras eran mejores incluso, antes de las reformas.
Se eligió la vía de la precariedad laboral para dar
impulso al crecimiento económico. Hay crecimiento, en efecto, pero sin calidad
porque no ha habido un cambio de modelo. Lo que han hecho las empresas es
incrementar la rotación de los trabajadores dentro de una tónica de bajos
salarios. Por sectores económicos, la mano de obra descualificada ha
circulado de unas ramas en crisis, como la construcción, a otras en auge, como la
hostelería, de trabajo igualmente descualificado. Del andamio a la barra del bar, según
una expresión utilizada en el propio estudio del BdE.
Esta es la situación real de la actual economía patria, “en
crecimiento sostenido” según un reciente documento de la CEOE ya comentado (en
contrapunto, como es norma de la casa) en este blog (1). Sorprende poco que
Casado y Rivera se aferren sin matices al “modelo” marcado por las reformas
laborales de los gobiernos anteriores. Las dudas en el seno del Gobierno
Sánchez (Magdalena Valerio, ministra de Trabajo, está abiertamente comprometida
en el diálogo con los sindicatos, pero Nadia Calviño, titular de Economía,
aparece como bastante más reticente) no pueden prolongarse. Es necesario que
las fuerzas de izquierda lleguen al 28 de abril con un proyecto bien elaborado
y consensuado de país.
En el terreno institucional, el cambio debe plasmarse en
una nueva perspectiva territorial inclusiva, sobre todo pero no únicamente en
relación con Cataluña. En el terreno económico, la piedra de toque estará en la
apertura a las energías limpias y a la innovación tecnológica, y en la
definición de un nuevo modelo de empresa ─más horizontal─ y de trabajo ─más
cualificado, más consciente de sí mismo y más sostenible─.
El resto de productos y novedades que intenten vendernos
los charlatanes de la política y los friquis incorporados al momio a última
hora, serán gabinas de cochero, según se comenta en la ciudad de Parapanda.