De izquierda a derecha, Carles Puigdemont, Quim Torra, Artur Mas y Oriol Junqueras ataviados con uniformes de gala, al frente de algunos miembros conspicuos del club. A la derecha, Elsa Artadi de amarillo.
Elsa Artadi tuvo el
descaro de hacer un paralelo entre la prohibición por parte de la Junta Electoral de los
lazos amarillos y otras hierbas en la fachada de las instituciones catalanas
(Generalitat, ayuntamientos), y la persecución sufrida por los judíos ─en
concreto, Anna Frank─ bajo el nazismo.
Las instituciones,
esto no debería ser necesario explicarlo, tienen por su misma naturaleza la
obligación de ser exquisitamente neutrales en el juego de mayorías y minorías;
de modo que amparen a todos en las contiendas políticas. Es un elemento
esencial de la democracia, cuando se trata de una democracia en la que caben
todas las posiciones, y no solo las de quienes se significan a favor del poder en general, y en su caso también del contrapoder regional, que en lo concreto y lo cotidiano resulta
ser más poderoso incluso, por su proximidad, que el poder central más altivo
pero también más lejano.
A la “democracia”
en la que solo caben las posiciones instaladas en, o satelizadas por, el poder,
se la suele llamar de otra manera. No la escribo aquí por no herir los castos
oídos de Elsa Artadi, que se tiene por Anna Frank rediviva a punto de ser
enviada a un campo de exterminio.
José Luis López
Bulla hace, en el blog de aquí al lado, un recuento de la colección de selfies
que llevan haciéndose los indepes a cuenta de algunas figuras estelares de la
humanidad: Gandhi, Mandela, Martin Luther King, y también Sócrates, Séneca,
Cicerón…
La lista, sugiere
José Luis, podría abarcar a Cristo en la cruz en algún momento próximo. Creo
recordar que ya Artur Mas se postuló hace pocos años para la foto. Si no era la
Crucifixión de Cristo era la Vida de Brian, pero el icono era inconfundible. En
cuestiones de autorreferencia y autobombo, los impulsores del procés nunca han pecado de tímidos: la
epopeya catalana ha sido lo más importante que ha ocurrido en el mundo después
del descubrimiento de América, han dicho algunos. Otros opinan que “por delante”
incluso del descubrimiento, por más que Colom era de casa nuestra y zarpó del
puerto de Pals con tres carabelas fabricadas en las dressanes de Blanes.
Así se va tejiendo
una fábula épica en torno a una travesía a Ítaca que recoge las esencias de
muchos siglos de historia de la humanidad, y que alcanzará su cenit ─así
confiadamente se espera─ en el momento, siempre inminente pero aplazado de día
en día, de la implementación de la nueva República. En tal aventura gótica anda
comprometida la Banda en pleno del Club de los Corazones Solitarios Indepes.
Que ahora luchan en estrados, desperdigados
y cada cual a su bola, contra la sombra negra de la acusación de malversación.
Un delito sin prestigio ni pedigrí.