jueves, 14 de marzo de 2019

INDEPE'S LONELY HEARTS CLUB BAND



De izquierda a derecha, Carles Puigdemont, Quim Torra, Artur Mas y Oriol Junqueras ataviados con uniformes de gala, al frente de algunos miembros conspicuos del club. A la derecha, Elsa Artadi de amarillo.

Elsa Artadi tuvo el descaro de hacer un paralelo entre la prohibición por parte de la Junta Electoral de los lazos amarillos y otras hierbas en la fachada de las instituciones catalanas (Generalitat, ayuntamientos), y la persecución sufrida por los judíos ─en concreto, Anna Frank─ bajo el nazismo.

Las instituciones, esto no debería ser necesario explicarlo, tienen por su misma naturaleza la obligación de ser exquisitamente neutrales en el juego de mayorías y minorías; de modo que amparen a todos en las contiendas políticas. Es un elemento esencial de la democracia, cuando se trata de una democracia en la que caben todas las posiciones, y no solo las de quienes se significan a favor del poder en general, y en su caso también del contrapoder regional, que en lo concreto y lo cotidiano resulta ser más poderoso incluso, por su proximidad, que el poder central más altivo pero también más lejano.

A la “democracia” en la que solo caben las posiciones instaladas en, o satelizadas por, el poder, se la suele llamar de otra manera. No la escribo aquí por no herir los castos oídos de Elsa Artadi, que se tiene por Anna Frank rediviva a punto de ser enviada a un campo de exterminio.

José Luis López Bulla hace, en el blog de aquí al lado, un recuento de la colección de selfies que llevan haciéndose los indepes a cuenta de algunas figuras estelares de la humanidad: Gandhi, Mandela, Martin Luther King, y también Sócrates, Séneca, Cicerón…

La lista, sugiere José Luis, podría abarcar a Cristo en la cruz en algún momento próximo. Creo recordar que ya Artur Mas se postuló hace pocos años para la foto. Si no era la Crucifixión de Cristo era la Vida de Brian, pero el icono era inconfundible. En cuestiones de autorreferencia y autobombo, los impulsores del procés nunca han pecado de tímidos: la epopeya catalana ha sido lo más importante que ha ocurrido en el mundo después del descubrimiento de América, han dicho algunos. Otros opinan que “por delante” incluso del descubrimiento, por más que Colom era de casa nuestra y zarpó del puerto de Pals con tres carabelas fabricadas en las dressanes de Blanes.

Así se va tejiendo una fábula épica en torno a una travesía a Ítaca que recoge las esencias de muchos siglos de historia de la humanidad, y que alcanzará su cenit ─así confiadamente se espera─ en el momento, siempre inminente pero aplazado de día en día, de la implementación de la nueva República. En tal aventura gótica anda comprometida la Banda en pleno del Club de los Corazones Solitarios Indepes.

Que ahora luchan en estrados, desperdigados y cada cual a su bola, contra la sombra negra de la acusación de malversación. Un delito sin prestigio ni pedigrí.