sábado, 30 de marzo de 2019

EL RETORNO DE "RAYUELA"


Me parece formidable que el Congreso de la Lengua que se está celebrando en la Córdoba del Cono Sur reivindique “Rayuela”, con una edición conmemorativa lanzada por la RAE. Era lo mínimo, oigan. No soy tan partidario, sin embargo, de que la novela (o lo que sea) en cuestión se estudie en el bachillerato. Hay un tiempo para cada cosa. “Rayuela” es todo lo contrario de un clásico de la lengua, es un manifiesto en favor de la revolución de la lengua. Convendría que cada cual lo leyera en ese trance en el que, bien arado y rastrillado ya el campo de lo clásico, al lector incipientemente maduro le entran de pronto ganas de romper con todo y tirar los pies por alto.

No estoy diciendo que no deba estudiarse la literatura en español de América en el bachillerato peninsular, ojo. El “Martín Fierro” debería ser de lectura obligada en las escuelas, y hay cientos de autores americanos por revisar, además del pelma de Rubén Darío tan querido por estos pagos. Incluidos algunos premios Nobel (Asturias, Neruda, Octavio Paz, García Márquez). No voy a ponerme a hacer la nómina completa, el castellano no es nada si se prescinde de esa otra lengua tan parecida y de resonancias tan distintas, que florece al otro lado del charco.

Volviendo a “Rayuela”, ha dicho Mario Vargas Llosa que no es lo mejor de Julio Cortázar, que lo mejor hay que buscarlo sobre todo en sus cuentos. Es verdad, o a mí me parece que es verdad. Y además, yo ya lo había dicho (1).

Pero nunca se trata en literatura de elegir lo mejor, sino lo indispensable. Lo dijo el cartero de Neruda, la poesía pertenece a quien la necesita. Y necesitamos a “Rayuela”. Dos, tres, cien “Rayuelas” hasta dejar claro que el canon literario se convierte en una tumba marmórea y jaspeada y con angelotes en las cuatro esquinas, a no ser que uno se salga de cuando en cuando a respirar fuera.

Esa es la gran utilidad que tienen, para nosotros los lectores, los Anticanon como “Rayuela”. Obras inclasificables, experimentos incómodos para las academias, imposibles de encajar en un programa de literatura para el bachillerato. No tienen precedentes ni crean escuela. Uno debe abordar su lectura asumiendo los riesgos, como los alpinistas que escalan una cumbre simplemente porque “está ahí”.

“Rayuela” está ahí. Gran mérito el del Congreso de la Lengua de Córdoba, Argentina, por no habernos distraído el dato.