Me parece
formidable que el Congreso de la Lengua que se está celebrando en la Córdoba
del Cono Sur reivindique “Rayuela”, con una edición conmemorativa lanzada por
la RAE. Era lo mínimo, oigan. No soy tan partidario, sin embargo, de que la
novela (o lo que sea) en cuestión se estudie en el bachillerato. Hay un tiempo para
cada cosa. “Rayuela” es todo lo contrario de un clásico de la lengua, es un
manifiesto en favor de la revolución de la lengua. Convendría que cada cual lo
leyera en ese trance en el que, bien arado y rastrillado ya el campo de lo
clásico, al lector incipientemente maduro le entran de pronto ganas de romper
con todo y tirar los pies por alto.
No estoy diciendo que
no deba estudiarse la literatura en español de América en el bachillerato
peninsular, ojo. El “Martín Fierro” debería ser de lectura obligada en las
escuelas, y hay cientos de autores americanos por revisar, además del pelma de
Rubén Darío tan querido por estos pagos. Incluidos algunos premios Nobel (Asturias,
Neruda, Octavio Paz, García Márquez). No voy a ponerme a hacer la nómina
completa, el castellano no es nada si se prescinde de esa otra lengua tan
parecida y de resonancias tan distintas, que florece al otro lado del charco.
Volviendo a “Rayuela”,
ha dicho Mario Vargas Llosa que no es lo mejor de Julio Cortázar, que lo mejor hay
que buscarlo sobre todo en sus cuentos. Es verdad, o a mí me parece que es
verdad. Y además, yo ya lo había dicho (1).
Pero nunca se trata
en literatura de elegir lo mejor, sino lo indispensable. Lo dijo el cartero de
Neruda, la poesía pertenece a quien la necesita. Y necesitamos a “Rayuela”.
Dos, tres, cien “Rayuelas” hasta dejar claro que el canon literario se
convierte en una tumba marmórea y jaspeada y con angelotes en las cuatro
esquinas, a no ser que uno se salga de cuando en cuando a respirar fuera.
Esa es la gran utilidad
que tienen, para nosotros los lectores, los Anticanon como “Rayuela”. Obras
inclasificables, experimentos incómodos para las academias, imposibles de
encajar en un programa de literatura para el bachillerato. No tienen
precedentes ni crean escuela. Uno debe abordar su lectura asumiendo los
riesgos, como los alpinistas que escalan una cumbre simplemente porque “está
ahí”.
“Rayuela” está ahí.
Gran mérito el del Congreso de la Lengua de Córdoba, Argentina, por no habernos
distraído el dato.