«A mí, mirándome a
la cara, nadie me habla de una derechita cobarde», ha declarado José María
Aznar en un acto de precampaña en Valencia. Se refería a Vox, que ha utilizado
la muletilla para desacreditar a esa derecha maricomplejines que no se atreve a
vocear a los cuatro vientos su calidad de ultra.
Josemari sí se atreve.
Como él mismo dice, la derecha desacomplejada, la derecha-derecha, es su ADN y
son sus principios. Dicho lo cual, y al cervantino modo, se ha calado el
chapeo, requerido la espada y mirado al soslayo. Una exhibición singular y
enteramente gratuita de testosterona.
Santi Abascal, por
su parte, no es más que un recién llegado a la tierra de promisión, y todo el
mundo se afana en recordárselo. Él también va derrochando testosterona por los
escenarios de la piel del toro (que es precisamente lo suyo más idiosincrásico,
y por esa razón él da cabida en sus listas no solo a generales retirados sino
también a banderilleros). Pero cabe aún la sospecha legítima, no sé si me
entienden, de que tanto alarde no pedido de testosterona sea únicamente de
boquilla. Desconfíen de las imitaciones. Abascal no estuvo en las Azores.
Alberto Carlos
Rivera tampoco estuvo allí. Podría ser un buen ministro de Exteriores, quizás.
Le va la cera abrillantada de los suelos de las cancillerías, y esos dengues
del “no pero sí” que le salen de la garganta con tanta propiedad como los
gallos en un aria de bravura a un tenor de provincias. (¡Y de qué provincias,
oigan! Mejor no preguntar.)
La derecha amaga el
zarpazo al poder con gesto feroche. Josemari se nos ha puesto palote en
Valencia. «Desde mi autoridad moral», que ha dicho. ¿Desde su qué?, se habrá
preguntado estupefacto el auditorio.
En el presente
retablillo del ruedo ibérico valleinclanesco, saltan chispas de rivalidad
profesional. «Soy más valiente que tú, más gitano y más torero», le dice Pablo
Casado a Alberto Carlos, y viceversa. Este propone a aquel para ministro de
Universidades, en respuesta a esa nominación recíproca para Exteriores. Andan encelados
nuestros varones de la derecha (no quiero ni mencionar a Cayetana, la varonesa),
exhibiendo en público sus argumentos respectivos, y pidiendo armas para todos y
votos para ellos.
Desde su autoridad
moral.