lunes, 31 de enero de 2022

TANXUGUEIRAS, NADAL, ANTÓNIO COSTA

 


Imagen de la actuación de Tanxugueiras en la Benidorm Fest.

 

No sé qué destino espera a Chanel y a su “SloMo” en la cita de Eurovisión, pero mientras tanto el grupo Tanxugueiras ya ha ganado su difícil apuesta.

Ha tenido visibilidad, apoyo popular, recorrido. Ha convencido a una buena parte de la audiencia. “Terra” se ha convertido casi en un himno. Todo eso vale más que un billete para el concurso más mediatizado (en los dos sentidos de la palabra) que existe en la aldea global. El proyecto musical del grupo galego ha salido fortalecido de una Benidorm Fest planteada, no como plataforma de lanzamiento de nuevos artistas, sino como artefacto ad hoc de la industria musical, con muchos recovecos recónditos y una transparencia escasa.

Hago estas afirmaciones desde fuera. No seguí el certamen por televisión. De hecho, tampoco vi ni un solo minuto de las cinco horas y media que duró el pulso de Rafa Nadal con otro gladiador, que por lo demás era ruso, lo que añadía a la contienda cierto morbo geopolítico. Vi que la Casa Real le había enviado un mensaje en la forma “campechana” de un alarido forofo: « ¡Vamos, Rafa! ¡Vamos, Rafa! ¡¡¡Vamos!!! » Mi sensación es que la Casa Real intentó jugar a una transferencia más o menos freudiana del éxito deportivo del día: transferencia de Rafa a la Marca España en primer lugar, y de ahí a la monarquía que lo resumiría todo en su quintaesencia. Pero las cosas no funcionan así, y la dudosa popularidad de los Reyes se parece más a la de Chanel, destilada en los alambiques de los estudios de programación, que a la de Rafa, apoyada en una trayectoria consistente, contra viento y marea, en las pistas de todo el mundo.

El tercer protagonista de la jornada, el socialista António Costa, que repetirá al frente del Gobierno de Portugal, ahora sin geringonça y con mayoría parlamentaria absoluta, compareció ya avanzada la noche. Conviene evitar cualquier extrapolación interesada de lo ocurrido allí respecto de lo que está ocurriendo aquí. El asunto merece un análisis en sus propios términos: en Portugal crece la ultraderecha, y crece más aún la opción de continuidad de una izquierda consistente, que está cambiando cosas a un ritmo pausado pero visible. Las impaciencias por la izquierda han sido castigadas por un electorado poco inclinado a los fuegos de artificio.

A bote pronto, eso es lo que hay, la cara y la cruz de los tres sucesos mediáticos globales de ayer.