Dos de mis políticos favoritos de todos los tiempos han hecho
recientemente declaraciones estupendas. Don José Manuel Durao Barroso, en el
marco de la Universidad
de Verano Menéndez Pelayo; don Mariano Rajoy Brey, en un desayuno con la
prensa, organizado por Europa Press. El presidente saliente de la Comisión Europea
realizó una performance sobresaliente en la modalidad «las cosas habrán sido
como ustedes dicen, pero en ningún caso tengo yo nada que ver». El presidente
del Gobierno español, muy curtido en estas lides y ya con un amplio registro de
récords en su historial, centró su ejercicio retórico en la variante «las cosas
no han sido como han sido, y mucho menos van a ser como van a ser». Examinemos
más de cerca a los dos fenómenos.
La culpa de la crisis española, dijo don José Manuel en su
conferencia, ha sido del Banco de España, que no controló de forma adecuada a
las cajas. Él mismo lo advirtió con severidad a Miguel Ángel Fernández Ordóñez,
“Cuidadito con las cajas”, pero MAFO presumía de tener las instituciones
financieras más sólidas del mundo mundial, y así le fue. Metido ya en la faena
y cada vez más pinturero, abordó luego el gran Joselito Manuel la llamada
crisis del euro. “No hay tal. Es de todos sabido que la crisis comenzó en
Lehmann Brothers”. Y ya enrabietado, se atrevió con la Comisión que él mismo ha
presidido desde los tiempos del canalillo: “Es verdad que hay cosas que no se
han hecho bien, pero la culpa la tienen los parlamentarios que optaban por
medidas severas en Bruselas y de vuelta a sus países de origen criticaban lo
mismo que habían votado.”
Moraleja: un político de raza habrá de tener disponible en todo
momento una amplia panoplia de chivos expiatorios hacia los que centrifugar las
críticas que reciba por su propio desempeño. O, expresado con las palabras de
Étienne Balibar, organizará metódicamente su propia irresponsabilidad.
Lo de Rajoy Brey también es de manual. Es sabido con qué formas
y plazos ha abdicado Juan Carlos I, y qué características va a tener la
coronación de Felipe VI. Por no haber invitados, ni siquiera el hasta ahora rey
va a asistir a la ceremonia, cuestión que todo el mundo político parece
considerar “normal”. Tampoco va a haber fastos eclesiásticos, para desencanto
de monseñor Rouco, que tenía ya escrito un borrador de sepancuantos con el que
dar en la misma crisma a toda la chusma atea, procaz y abortista. Lo menos que
puede decirse, es que se ha buscado un perfil bajo, y que el anhelo más
ferviente de todos los implicados es que la cosa pase lo más inadvertida
posible. Veamos ahora la interpretación que de tales circunstancias da nuestro
presidente: «La transparencia
y la normalidad con que se está llevando a cabo la sucesión de la corona es la
mejor prueba de la solidez de nuestras instituciones y del consenso social en
torno a nuestra constitución y a nuestra democracia. Estamos dando una
magnífica imagen ante el mundo, y por todo eso creo que los españoles debemos
felicitarnos.»
Y si tanta es la distancia entre lo que está pasando y lo que
Mariano dice que está pasando, ¿qué pensar de lo que él dice que va a pasar a
continuación?: «Esa madurez y
estabilidad es lo que va a ayudar a la recuperación económica.»