El análisis de la actualidad política tiene muchos filos o
aristas, caires que decimos en Cataluña.
Disponemos, por ejemplo, de un aluvión de explicaciones, interpretaciones y
comentarios acerca de la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe. Cómo se
trata de un paso trascendente que lleva meses gestándose, cómo se ha elegido
con amor y sentido de la oportunidad el momento más adecuado para anunciarlo,
cómo el acendrado sentido del bien del Estado y de la fortaleza de las
instituciones ha prevalecido sobre cualquier otra consideración. Guillem
Martínez, en un artículo publicado en El País-Cataluña, plantea algunas
objeciones a ese cuadro general. Puede que algunos de vosotros, queridos
lectores, no sepáis quién es Guillem Martínez: el Google os informará de que no
se trata de ningún recién aparecido. Por estas latitudes lo apreciamos mucho en
su faceta de guionista de Polònia, un programa de humor político que
no se ve más allá de la línea del Ebro, adonde tampoco llegan las páginas de la
edición Cataluña de El País. Pues bien, Guillem Martínez parte de la premisa de
que cuando todas las cabeceras patrias se lanzan en tromba a dar explicaciones
unánimes, incluso en ediciones vespertinas extraordinarias, es porque en el
exterior se están haciendo juicios y valoraciones distintos. Y analiza lo que
se comenta en algunos medios de otros países. Una tarea que, asombrosamente, se
está dejando de lado en los exhaustivos análisis autóctonos. Además, señala
Martínez la no pequeña contradicción de que una transición cuidadosamente
prevista y amorosamente preparada desde hace más de cuatro meses, se haya ido a
plasmar en una ley orgánica (el requisito lo reclamaba nuestra Constitución) de
sólo dos artículos y unas pocas líneas despachadas a toda prisa. Leed el
artículo, y juzgad: Descripciones de la abdicación.
Y después, si se os ha abierto el apetito para el manjar
político, visitad la última entrada de Lluís Casas en Metiendo Bulla: ¿Manifiesto por el cambio? Se trata aquí de empezar a embastar un
proyecto de mínimos consensuados en el seno de las izquierdas plurales, para la
época de turbulencias que se avecina. Ya se ha dejado claro en este mismo
foro, en otra ocasión, que el proyecto no es el trayecto, pero por algún sitio
se ha de empezar, y siempre es mejor hacerlo bien que mal. Porque, como
amonestó el consejero Patronio al conde Lucanor, «quien no cata los fines fará
los prinçipios errados.» Lluís Casas promete continuación a su interesante
entrada de hoy.