Cuando no aparecen las bandadas de ánades salvajes en el
horizonte, a los cazadores frustrados que las aguardan camuflados entre los
cañaverales no les queda otro recurso que ir a pollas. Para nadie es un
misterio que la carne de las pollas es seca y desabrida; cocinadas en vinagre
no resultan precisamente un manjar, según queda constancia en el acervo de la
sabiduría popular. Pero qué remedio queda sino apechar con ellas, con algo hay
que llenar el morral.
Vamos a pollas, pues. En la última sesión del Parlament de
Catalunya, se votó una moción presentada por IC-V para pedir disculpas a las
víctimas de las pelotas policiales de goma, prohibidas recientemente después de
causar algunos estragos. La moción fue rechazada por los votos sumados de CiU y
PP (no es una errata: por los votos sumados de CiU y PP). ERC y Ciutadans se
abstuvieron, las disculpas no les parecieron del todo bien porque lo que ellos
deseaban era expresar su “solidaridad”. En cualquier caso, su solidaridad se
quedó sin ser expresada de ninguna forma positiva.
La siguiente moción, también presentada por IC-V, se refería a
Ester Quintana, la mujer que perdió un ojo por el impacto de una pelota de goma
que nunca existió en los datos que maneja la conselleria de Interior. Se pedía
el reconocimiento de los hechos, y también hubo rechazo por los votos sumados
de CiU y PP (de nuevo no hay errata: por los votos sumados de CiU y PP). ERC
volvió a abstenerse porque prefería pedir una “revisión” de los hechos en lugar
de un reconocimiento. Así pues, los hechos quedarán sin ser ni reconocidos ni
revisados.
Mientras tanto, los trabajadores de Panrico de Santa Perpètua de
Mogoda volverán al trabajo después de ocho meses de huelga. Las perspectivas
son malas: no hay compromisos, sólo cansancio acumulado. La dirección sigue
inamovible, y la labor de mediación de la conselleria de Foment ha indignado a
la asamblea, que la ha calificado de “sesgada” en favor de las posiciones
empresariales.
Son menudencias, chinitas, pollas en vinagre que van apareciendo
en el trayecto firme hacia una esplendorosa futura independencia catalana, y
que se sortean hábilmente gracias a la destreza y la larga experiencia en
recursos de sotamano que poseen los pilotos del proceso. Quizá convenga
recordar, sin embargo, que no se construye un país sobre escapatorias, sobre la elusión
de responsabilidades, sobre medias verdades, sobre cálculos de conveniencia,
sobre añoranzas brumosas y promesas ambiguas. Un berlinés ilustre, Bertolt
Brecht, tenía colgado de la pared, frente a su mesa de trabajo, el siguiente
letrero: «La verdad es concreta.»