No invento nada si digo que el fútbol es una metáfora de la
vida. Jorge Valdano lo ha dicho antes que yo, quizá con la diferencia de que él
afirma que la vida es una metáfora del fútbol. En el fondo es lo mismo, todo
depende del valor relativo que demos a los dos conceptos.
Pues bien, la normalidad y la transparencia con la que el pueblo
español ha acogido la eliminación de la
Roja en el Mundial de fútbol de Brasil ha sido el asombro del
mundo. Una vez más, hemos dado prueba acabada de madurez. En el exterior se nos
respeta, se sabe de sobra que seguimos ocupando un lugar de privilegio en el
concierto de las naciones. La eliminación es lamentable pero no empaña el
brillo de una trayectoria, y debe ser considerada como un mal resultado
circunstancial, no extrapolable a otras situaciones ni a otros campeonatos.
Por lo demás, la solidez de nuestras instituciones deportivas ha
encajado el contratiempo con solvencia. El sistema funciona. Los remedios van a
afrontarse con prontitud, por supuesto desde la continuidad y la sensatez. No
es momento de aventuras, hay que decirlo muy alto a la intención de los eternos
pescadores en aguas revueltas. Conviene, por el contrario, conservar la cabeza
fría y recordar el oportuno consejo de la santa del brazo incorrupto: en
tiempos de tribulación, no hacer mudanzas.
Por lo demás, hay futuro de sobra por delante, brotes verdes en
forma de jóvenes promesas llamadas a darnos muchos días de gloria. El mes
próximo o el otro podré darles a este respecto excelentes noticias. Todos
juntos, seguiremos avanzando en el objetivo común de la recuperación.
En apretada síntesis. Españoles, no pasa nada, salvo alguna cosa
que es lo que cuentan los periódicos.