viernes, 20 de junio de 2014

¿”EL PAÍS” O EL STATU QUO?

Algunos amigos mantienen su suscripción al periódico El País con el argumento de que «a pesar de todo» es el único medio legible. No es mi opinión, leo El País a diario y también leo otros medios. Lo importante, en el argumento que ellos utilizan, es la objeción entrecomillada.

La cosa va por aquí. Siguen, y sigo yo, apreciando en las páginas de El País la solvencia, la capacidad de análisis y la independencia de opinión de un largo listado de periodistas y colaboradores de primer plano. De otro lado, percibimos una línea editorial abiertamente decantada desde hace años hacia posiciones políticas muy precisas. El sextofelipismo apabullante de los últimos días no es sino una prolongación en el tiempo del felipismo a secas de otras épocas.

Nada que objetar. Lo que a algunos nos parece desabrido a otros les sabrá a rosquillas de las monjas. Lo que sí es objetable son las formas. El País alardea de Libro de Estilo, pero también cuenta para las ocasiones señaladas con un libro de Mal Estilo. Los ataques contundentes y reiterados a Podemos sobre la base de que lo financia el chavismo, son un ejemplo de manual de manipulación y de ausencia de ética. Nada tienen que ver con el partido político nacido en 2014 los pagos hechos por Venezuela entre 2002 y 2012 a una determinada entidad, en concepto de un asesoramiento que no fue ni exclusivo ni siquiera preferente. La ferocidad utilizada por El País en este tema, el fuego a discreción con toda la artillería mediática, se compadece mal con el juego limpio imprescindible en un contexto democrático.

Quizás sea oportuno recordar otra furibunda campaña del mismo periódico. Fue contra el Estatut de Catalunya presentado a las Cortes por Pasqual Maragall y el gobierno tripartito que encabezaba. Ahora están apareciendo los frutos de lo que entonces se sembró, y hay que convenir en que no tienen demasiado buen aspecto. Lo que hubo entonces y vuelve a haber ahora es una defensa cerrada, a ultranza, del statu quo. Una lectura inmovilista del bipartidismo y de la constitución, respaldada con algarabía tanto por la casta como por la costra.

El País se apostilla como “el periódico global”, y está teóricamente a favor de la modernidad y de la renovación frente a los desafíos del siglo XXI. La modernidad y la renovación de las instituciones necesitan como el agua instrumentos para progresar. La dirección de El País habrá de mirar hacia dentro y convenir que el progreso no se defiende desde el inmovilismo.

O bien, cambiar la cabecera, y en lugar de “El País”, llamarse “El Statu Quo”.