Existe en el momento actual una confusión política considerable
en la ciudadanía, pero por fortuna no faltan voces caritativas para explicarnos
las cosas con paciencia pedagógica. Las explicaciones no resultan muy claras,
la verdad, pero sí son tranquilizadoras. Por ejemplo, nos dicen que no hace
falta ninguna poner a referéndum la monarquía, porque nuestra Constitución es
una especie de vehículo todo terreno, y ha configurado una monarquía
republicana. O una república monárquica, según lo prefiera cada cual. También
disponemos de un centralismo federal y de un federalismo centralista, por mor
de la sagaz previsión de aquellos padres de la patria de la añada excepcional
de 1979. De modo que no hace falta cambiar nada de nuestro ordenamiento, está
ya todo incluido en el paquete. (Bueno, descontados pequeños detalles de orden
secundario como la reforma laboral.) Incluso el secesionismo, fíjense, incluso
el secesionismo es posible, o por lo menos no es imposible, siempre que respete
la ley suprema. Es decir, que sea un secesionismo integrador, supongo, y
respetuoso con la unidad de España.
El populismo, esa lacra, es lo único que no cabe en nuestra
Constitución, dicen nuestros aleccionadores espontáneos. Un populismo en el
poder sería la catástrofe. Se sobreentiende que estamos hablando de un
populismo de izquierdas, hombre, qué se había figurado usted. Un poco de
populismo de derechas no hace daño a nadie, salvo posiblemente a los sin
papeles, que no cuentan, ellos sí que no entran en el articulado de nuestra ley
suprema; ni siquiera en las disposiciones transitorias.
Son muchos los espontáneos que nos bombardean con el mismo
discurso, desde distintos ángulos y posicionamientos ideológicos. Tanta
repetición contribuye por una parte a la buena recepción, sin equívoco posible,
del mensaje; pero, por otra, aumenta la confusión. No es sólo que no sabemos
dónde están los nuestros, es que ni siquiera estamos seguros ya de ser de los
nuestros. Lo ha dicho Raimon, aunque referido a una situación muy diferente. He
rescatado la noticia de los diarios con retraso, porque me encontraba en Berlín
el pasado martes día 10 de junio, cuando el poeta de Xàtiva recibió el 46º
Premi d’Honor de les Lletres Catalanes, que otorga cada año el Òmnium Cultural.
Pues bien, dijo Raimon en el acto solemne de entrega del
galardón, delante de 1.500 personas, entre ellas el president de la Generalitat Artur
Mas: «A menudo tengo la
sensación de que no soy de los míos, cuando quieren que sea como ellos
querrían.»
Me parece admirable esta forma de poner el dedo en la llaga. El
problema, en efecto, es que somos como somos, y no como los nuestros querrían
que fuésemos. Esta disociación nos produce una desazón considerable, tanto a
ellos como a nosotros. Pero, o bien encontramos un modo de solucionarla, una
síntesis nueva, o bien seguiremos transitando por caminos divergentes: los
nuestros por el suyo, nosotros por el nuestro. Con populismos, incluso. Con
catástrofes, quizás.