martes, 1 de marzo de 2016

POLÍTICA Y GEOMETRÍA


Las urnas han situado a Pedro Sánchez en el centro geométrico del espectro parlamentario. Con muy escaso peso propio, con una fuerza en retroceso, con abundantes cadáveres en el armario y con amas de llaves adictas a la disciplina inglesa tipo Manderley, que vigilan cada uno de sus pasos. Pero en el centro.
En geometría, el punto que ocupa el centro de una figura no es más que un topos igual a los demás, carece de cualquier cualidad especial. En física, en cambio, el centro ordena en torno suyo las fuerzas de un campo gravitatorio y garantiza el equilibrio y la “sostenibilidad” (disculpen el término, no estoy nada seguro de que los físicos lo utilicen; estoy improvisando una seudo disciplina que se llamaría “fisicopolítica”) del cuerpo al que pertenece.
En geometría, la regla es la estática; en física, la dinámica.
Está por ver a cual de las dos disciplinas se adscribe el aspirante a la jefatura del gobierno en esta tesitura. El pacto con el que se presenta a la investidura responde a las leyes de la estática, de la inmanencia. «La izquierda no suma, lo siento», acaba de decir, mientras escribo estas líneas. Entonces, a lo que aspira en este trance es a desmontar las reservas de la derecha, o bien a forzar a la izquierda a optar por el mal menor.
Las dos posibilidades son reales. Aleix Vidal-Quadras, largos años en el PP y después, hasta hace muy pocos meses, en VOX, ha declarado que el pacto PSOE-C’s es perfectamente asumible por el PP, y que solo el empecinamiento de Mariano Rajoy en volver a gobernar impide la gestación de una Gran Coalición. Es seguramente cierto, pero solo en geometría; en física política, el centro de gravedad está en otro lado, y los equilibrios derivados de tal operación resultarían muy inestables.
En el otro lado, el bloque Podemos-Mareas-Compromís-IU puede resignarse a la abstención y dejar vía libre a un ejecutivo cuya debilidad interna le llevará a tropezar y caer de bruces en la primera ocasión. Derribar por fin al gobierno del PP responsable de tantos desaguisados sería nada más el primer paso de un largo camino, pero nada determina que el primer paso en una dirección haya de ser necesariamente el trayecto completo.
Ni las fuerzas soberanistas catalanas, ni el PNV con Bildu de añadidura, van a dar de ninguna forma su acuerdo explícito o tácito a la maniobra de Pedro Sánchez ni al programa de gobierno que pueda surgir de una potencial coalición de centro-derecha, grande o pequeña. Y este no es un inconveniente menor, sino una hipoteca grave para toda la nación, enfeudada desde mucho tiempo atrás en una concepción mágica, que no práctica, de la unidad como uniformidad impuesta sin discusión ni recurso posible.
Si se atiende por fin a la física de los cuerpos, y no a la geometría euclidiana, en este grave asunto, será necesario diseñar un nuevo “pacto de mínimos” que atienda con solvencia a los tres ejes dinámicos de avance que mi amigo Javier Aristu ha identificado del modo siguiente: «Reformas en la cuestión social y del trabajo, modificación de ciertos aspectos de nuestro marco constitucional o institucional, al inicio de un proceso de profundización en la federalización del estado, y mejora y sostenibilidad del estado de bienestar.» (1)
El resto no son sino pollas en vinagre o gabinas de cochero, según se viene argumentando con cierto acaloramiento en Santa Fe de la Vega.