domingo, 20 de agosto de 2017

LUMPEN EMPRESARIADO


Escribí hace algunos días un post bastante intuitivo que albergaba la propuesta de unos pactos de oposición para las infraestructuras (1). José Luis López Bulla me contestó desde su bitácora con un educado “eso, ¿cómo se come?” (2). Me siento en deuda con él y, seguramente, con un puñado de lectores desconcertados por lo que tiene todo el aire de ser un brote extemporáneo de voluntarismo. Me explico con más pormenor, entonces.
 
1. Recuperando las bellas tradiciones
Nunca hubo una oposición mejor, más sabia, más constructiva y más influyente que la del PCI en los años de la secretaría de Luigi Longo. Lo elijo a él en particular porque el carisma de Togliatti y de Berlinguer “personalizó” de algún modo las propuestas colectivas; Longo fue en cambio un capitán ejemplar de equipo, el hombre que exigía que cada iniciativa, cada enmienda parlamentaria, cada acusación concreta a la ineficacia y el despilfarro del pentapartito se apoyaran en datos sólidos y en estudios exhaustivos. Ni una sola concesión a la demagogia. Nunca se celebraron tantos simposios, encuentros, jornadas de estudio, etc., a todos los niveles; nunca se elaboraron tantas ponencias, tantos informes, tantas investigaciones técnicas; nunca se trabajó tanto colectivamente, así en la elaboración misma del proyecto político como en su “explicación”, en su difusión y popularización, por encima de las personas que lo encarnaban; es decir, por encima de un liderazgo que vino a polarizarse artificiosamente en amendolianos e ingraianos, a pesar incluso de la voluntad de los dos presuntos jefes de fila.
El PCI de Luigi Longo (3) nunca se planteó las cosas en el estilo “lo primero es echar a la DC y sus aliados del gobierno; luego, ya veremos qué es lo que hacemos.” Acudió con alegría a las citas electorales y arrancó en cada una de ellas nuevas porciones de poder local y regional; pero lo hizo a través de un aluvión de propuestas de cambio sostenidas de forma coherente en todos los niveles del país y de su administración, basadas en dos grandes ejes prioritarios: el fortalecimiento del Estado frente al poder de los monopolios, y la promoción de reformas de estructura tendentes a democratizar las relaciones económicas.
Corrían los años sesenta, una década de prosperidad y afluencia. Pero no era el desarrollo en sí, sino el “modelo” de desarrollo lo que preocupaba a los comunistas italianos; y también el “modelo” de Estado del bienestar, algo que nunca ha sido un bloque homogéneo y trasplantable  de una a otra latitud sin merma de su calidad intrínseca. Desde el recuerdo lejano, hoy tienden a simplificarse las cosas. Italia nunca tuvo el mismo Estado social que Suecia, como España no tuvo el mismo que Italia. No era ni siquiera concebible un modelo común; en cada lugar la historia, la tradición y la correlación de fuerzas imponían pautas propias. Tampoco hoy basta con reclamar: “¡Queremos un Estado del bienestar!” Porque no se venden prefabricados. Hay que trabajarse el invento.
 
2. Trabajando el invento
En ese trasfondo situaba yo mentalmente mi arrebato del otro día. Al constatar, no ya la baja calidad del gobierno de la nación, sino la baja calidad de la oposición, considerada en bloque. Aquí la forma normal de incidencia intra/extra parlamentaria es el zasca mediante un tuit. Si se consigue un número elevado de “me gusta”, se empieza a soñar ya con una mayoría holgada de escaños. Convendría apartarse del escaparate y trabajar más en el taller de corte y confección. Elaborar, primero; extender y popularizar la elaboración después, con una insistencia menor en las efigies visualmente atractivas de las/los líderes del cotarro. La democracia no es un concurso de belleza.
Puestos a entrar en el fondo insondable de la reforma de las estructuras, mi idea era acudir en primer lugar a lo urgente, a lo puntual incluso, pero desde una lógica de corredor de fondo. Dar unos primeros pasos en la carrera de obstáculos, con la intención de no perder comba, claro, pero también de acumular fuerzas que poder luego invertir de forma sensata a lo largo de un recorrido forzosamente largo. Todo lo cual, quede claro, no es la emanación de una consigna forjada colectivamente, sino la expresión de una opinión individual. Como el sembrador evangélico, me limito a arrojar a voleo la semilla, sin mirar si caerá en el pedregal, entre las zarzas o en tierra abonada.
 
3. Coordinando las políticas
La realidad indisimulable de las cosas como son, sumada a unos acuerdos internacionales de lucha contra el cambio climático que han señalado objetivos muy concretos y cuantificables a los Estados firmantes (España entre ellos), impone un cambio de modelo energético en favor de fuentes limpias y no contaminantes. Es un primer tema en el que la oposición puede apretar al gobierno inmovilista de Rajoy, que prefiere a todas luces hacerse el longuis y conservar el dividendo en lugar de conservar el medio ambiente. Este es un punto en el que el interés del bien común se confronta con el interés de los monopolios: un terreno de pugna característico. Es imperdonable que los intereses de los lobistas prevalezcan sobre los del procomún. Por mucho que Felipe, consejero de Gas Natural, y Josemari, de Endesa, nos den matraca con Venezuela. No ahí, sino aquí, queremos comprometerles.
Un gran pacto de oposición sobre el modelo energético no desalojaría a Rajoy, pero sí le forzaría la mano en el sentido conveniente. Parece fácil llegar a acuerdos sensatos entre las tres principales fuerzas parlamentarias que no son el PP. Habrán de ser, sin embargo, acuerdos resultantes de estudios solventes, sujetos a una elaboración cuidadosa y explicados de forma adecuada a la ciudadanía, que habrá de dar su respaldo más o menos explícito. Se trata de hacer crecer la democracia, no de sustituirla.
La instalación masiva de fuentes de energía no contaminantes distribuidas de forma racional en el territorio traería otra bendición aneja, la de crear puestos de trabajo cualificados. La educación en este país viene siendo una variable independiente, un engranaje que rueda por libre. Las aulas escolares, universitarias y de FP vuelcan cada año una nueva promoción en el vacío. El mercado de trabajo es impermeable a la solicitación de los saberes. Una parte del mal reside en la inadecuación de los planes de enseñanza a las necesidades que plantea el nuevo paradigma productivo. Esto es algo que debe cambiar con urgencia. Un primer paso, incluible en ese pacto de oposición soñado, sería la preparación de especialistas en la instalación, la gestión y el mantenimiento de las nuevas fuentes energéticas limpias que va a ser necesario crear.
A la segunda dificultad que obstruye la fluidez del paso de la escuela a la empresa dedico el último titular en gerundio de mi perorata.
 
4. Aflorando el lumpen empresariado  
La empresa es impermeable a los saberes. Esta afirmación es genérica, falsa e injusta para muchos empresarios; pero mayoritariamente exacta. Basta ver el número de empresas censadas en España (en este blog se ha echado en alguna ocasión la cuenta), acogidas a la benevolencia del impuesto de sociedades. La relación laboral pura y dura se oculta con tapujos. El último, la “colaboración”. La economía colaborativa es el estandarte de una nueva esclavitud en la que todos los derechos están de un lado y todas las obligaciones y los riesgos del otro. También en las ETT y las llamadas empresas multiservicios se tiende a convertir en “socios” a trabajadores subordinados hasta profundidades abismales. De esta forma, la lumpen empresa se ahorra la cotización a la Seguridad social, y arroja sobre el trabajador la carga de la prevención de riesgos de enfermedad y accidente, además de privarle para el futuro de la percepción de una pensión que retribuya los años de actividad productiva. Cuestiones en el candelero como la Renta Básica Universal dejan este flanco al descubierto: si no se vigila todo el proceso de negociación, pueden desembocar en modelos de prevención “de mínimos” a cargo del Estado, exonerando de forma definitiva al empresario de las responsabilidades que son inalienables a su figura. El empresario tendría así el mando omnímodo e indiscutido sobre sus subordinados, pero ninguna responsabilidad relacionada con la seguridad, salud o permanencia en el puesto de todos ellos.
Un primer objetivo de cara a una reforma laboral que debería tener a la larga muchos más bemoles, sería así el de extender los derechos y las obligaciones recíprocos derivados de la relación laboral (incluido, por supuesto, el derecho a la negociación colectiva) a todos los sectores “nuevos” de trabajadores desamparados por la aparición vistosa y flambuayante de este neo lumpen emprendimiento, que se asienta en un vacío legal fácil de remediar.
Fácil de remediar... con una voluntad política inequívoca, y con el auxilio inapreciable del iuslaboralismo, que sabe a la perfección de qué pie cojea el mercado laboral desregulado.
Si no lo remediamos entre todos, no llegaremos a ninguna parte.
 



(3) Cf. Alexander Höbel, Il PCI di Luigi Longo (1964-1969). Edizioni Scientifiche Italiane, 2010.