Después de echar un
vistazo al programa (en formato cartel) de las CUP para el 1-O, leo en elpais
una entrevista de Juan José Mateo a Emiliano García Page, que estrena en
Castilla-La Mancha un gobierno flamante de coalición PSOE-Podemos. Todo lo que
dice Page a lo largo de la entrevista me parece plausible, pero me detengo en
la siguiente frase: «A los gobiernos solo se les echa con votos, no por
alianzas.»
La frase en sí es discutible.
Los ejemplos en contra están a la vista: ha habido una alianza en Francia para
marginar a Le Pen en segunda vuelta. Una alianza que bien podría llamarse “espuria”,
puesto que se resolvió en el voto al mismo candidato (Macron) de churras y
merinas indiscriminadamente. Pero la coherencia de la idea de Page resplandece
si se contempla el esperpento actual del procesismo en Cataluña, basado en una
alianza contra natura del pijerío neoconvergente con el desahogo de la ANC, que
postula un referéndum sin quórum como mero trámite con el que solventar por vía
administrativa una independencia ya decidida por los estados mayores, y con el
desmadre de los cupaires, que parecen convencidos de que el referéndum abarca al
conjunto de los Països Catalans, por no hablar de otros detalles asombrosos de
su cartel.
La devaluación
continua y acelerada del voto popular en la determinación de la sedicente
independencia catalana está erosionando toda la trabajosa argumentación acumulada
anteriormente para demostrar que la democracia está del lado catalán, y el
autoritarismo en el lado español. He aquí que con un 15% de participación y 300
votos más a favor que en contra, las normas dicen que la independencia sería “legal”
y al día siguiente se iniciaría la desconexión. Una desconexión por narices,
evidentemente. Con la variante, aportada por las CUP, de que podría incluir
territorios donde ni siquiera se hará campaña electoral ni se pondrán las
urnas.
«Escombrem-los!» La
fábula en la que sostienen sus esperanzas los independentistas a todo trance se
asemeja en efecto, más que a ninguna otra cosa, al cuento de la rateta que
escombrava l’escaleta. Estas cosas, como habría dicho mi abuela, no se conciben
ni en ambientes de cómicos.
Los votos y las
alianzas no están reñidos, en principio. Los votos mandan, las alianzas pueden sumar
más votos que los inicialmente recontados y llegar a modificar el escenario de
forma sustancial. En lo que Emiliano García Page tiene toda la razón del mundo
es en que las alianzas no pueden sustituir
a unos votos inexistentes, y configurar mayorías espurias en cuyo interior
solo se alcanza a percibir anhelos minoritarios y pujos claramente
antidemocráticos.