Pesebre (arriba detalle con la caravana real, abajo vista
panorámica), fotografías tomadas el 19.12.2015, en una de las últimas ocasiones
en que montamos el belén en Barcelona. Las figuras de los tres reyes en camello
vienen de mis padres, y están ahí desde que puedo recordar. Los otros tres camellos
del séquito (uno acostado) fueron añadidos a la caravana por mi padre, que los
compró a un belenista titulado. Cuando mi hijo Carles era aún pequeño, se empeñó en
añadir a la escena un carro de combate de plástico, con la excusa de que
aquello era Palestina. En la época de la globalización, hemos añadido por
consenso un Mahoma, un Buda, un Confucio, a Louis y Ella cantando delante del
portal, al profesor Tornasol, a la Olivia de Popeye, un Quetzalcóatl emplumado
y un monumento con banderas que pone Viva Puerto Rico. Es un pesebre multicultural,
sincrético y orgullosamente humilde. Desde que pasamos las fiestas del
solsticio en Grecia, las figuritas están muertas de risa, envueltas en sus
cajas.
Majestades,
La
presente es para decirles que este año no hace falta que vengan por casa,
pueden quedarse en Oriente y no pasa nada. Echaremos de menos los regalos, pero
tampoco es para tanto: no uso corbata, bufandas ya tengo cuatro, y a un
billetero nuevo no sabría bien qué uso darle.
De
poder ser, en lugar de traernos regalos nuevos, nos gustaría que devolvieran todos
los que les han hecho bajo mano, sería un detalle de agradecer.
Esto
que les digo no va con los camellos, conste. Sus camellos son siempre
bienvenidos, y si aparecen por casa les estarán esperando, como cada año, los
tronchos de coliflor y el cubo de agua en un rincón de la cocina. Nos
encantaría darles un buen abrazo, son viejos amigos, no hace falta que vengan
cargados de juguetes para ser bienvenidos.
Los
camellos, digo; no ustedes. De ustedes, lo digo con toda sinceridad y sin pelos
en la lengua, esperábamos otro comportamiento.
Queda
suyo affmo.