El solipsismo sublime de quien ignora las fatigas ajenas
que fundamentan el bienestar propio. Paul VETTRIANO, “El mayordomo cantante”
(1992).
Y
este pescaíto, ¿no es ná?
¡Sacao
uno a uno del fondo del má!
¡Gloria
pura é!
Las
espinas se comen tamié
Que
tó es alimento…
José
Carlos de LUNA, ‘El Piyayo’
He leído por ahí la
opinión, netamente de izquierda, de que lo único importante del aumento de las
pensiones es lo que queda aún por aumentar para llegar a nuestras expectativas
mínimas. Bueno. Una inmunóloga madrileña, esta netamente de derechas, afirma
que la tercera vacuna es postureo del gobierno para hacer como que hace algo
contra la pandemia, porque en realidad no está haciendo nada. Bien. En los
últimos 12 meses se han creado 840.600 puestos de trabajo y la tasa de paro ha
descendido al 13,33%, la más baja desde la Gran Recesión de 2008; pero el
camarada Rufián declara que la reforma laboral es solo un expediente de la
ministra Yolanda Díaz para darse pote, y ERC, un partido que como se sabe es
muy serio y ha sido siempre consecuente en su larga trayectoria, votará en contra
porque no gusta de personalismos.
Vivíamos en el mejor de los mundos y no nos
habíamos enterado. El actual gobierno de coalición socialcomunista es, dicen, el
peor de la historia de la democracia, y si no reaccionamos aprisa nos va a
meter un embolado serio.
Requetebién.
La causa de este extraño sesgo de opinión puede
ser, para la derecha, que los muy ricos se están enriqueciendo más con la
crisis, luego la crisis no es su problema. El actual gobierno está atajando la
crisis, y al hacerlo ataja también el incremento espectacular de sus
beneficios. Fuego a discreción entonces contra el gobierno. Todo vale.
Para la izquierda, la cosa es algo más
complicada. Tenemos una izquierda que lo quiere todo, y ahora mismo, y por
decreto. Una izquierda curiosamente inactiva
y contemplativa, pero muy severa con los avances insuficientes de la
coyuntura. Una izquierda que no habita la realidad sino el bienestar utópico al
que quiere llegar en coche oficial y con chófer a cargo de los presupuestos
generales del Estado.
Deberíamos ser más “piyayos” (“piyayoflautas” si
me apuráis) al valorar los modestos y no tan modestos éxitos que se van
alcanzando. El Piyayo, creación inmortal del malagueño José Carlos de Luna
(1890-1964), llevaba a sus nietecillos el pan y el pescaíto frito conseguidos
de las contribuciones voluntarias recibidas por cantar y bailar y babear con
una guitarra atada al cuerpo. Dice de él el poeta: «A chufla lo toma la gente. / A mí me da pena / y me causa un respeto
imponente.»
Y mitinea el Piyayo a sus churumbeles:
« ─¡Chavales!
¡Pan
de flor de harina…!
Mascarlo
despasio.
Mejó
pan no se come en palasio. »