viernes, 28 de enero de 2022

DESPUÉS DE LA EDAD HEROICA

 


Helena de Troya, detalle de un mosaico de la villa romana de Noheda (Cuenca).

 

Sorprendente, el punto de vista de Yannis Ritsos en “Helena”, Acantilado 2022, traducción de Selma Ancira, recién salida del horno.

Ha pasado el tiempo de los héroes, la bella Helena ha envejecido mal, y su esposo Menelao «… fumaba sin parar. De noche deambulaba por la sala grande, con sus deshilachadas pantuflas marrones y su largo camisón. Cada mediodía, a la mesa, volvía a la infidelidad de Clitemnestra o al justo proceder de Orestes como si amenazara a alguien. ¿A quién le importaba?»

Posible que el momento justo, el más revelador, de la literatura sea este, el de la segunda parte de un Don Quijote que intuye de antemano su derrota final y declara: «Nadie podrá quitarme la gloria del intento». O la larga espera inútil de “El coronel no tiene quien le escriba”, en busca de una pensión que recompense sus fatigas por la patria olvidadiza. De una u otra forma, la escritura llega con el final de la aventura juvenil y el inicio de una nueva lucidez; así lo glosó Jaime Gil de Biedma en uno de sus “poemas póstumos”: « … envejecer, morir, / es el único argumento de la obra. »

Se esté o no de acuerdo con ese postulado de principio, me resulta sugerente la visión alternativa de la “Odisea” que nos da la Helena anciana de Ritsos: «Soñaba entonces con Odiseo, que no había envejecido, con su astuta gorra triangular, él, el ingenioso, que retardaba su regreso con excusas de imaginarios peligros, al tiempo que se entregaba (supuestamente náufrago) ya en manos de una Circe, ya en las de una Nausicaa … Supongo que él también habrá llegado a Ítaca; lo habrá arropado, pienso, con su tejido, la gorda y fea Penélope…»